Si hay algo divertido en la literatura son, sin duda, las muchas anécdotas y rencillas que alberga. Entre escritores bohemios y variopintos más de uno ha provocado alguna situación digna de ser recordada en la historia y sobre todo, de sacarnos una sonrisilla.
José de Zorrilla es uno de nuestros autores y dramaturgos más reconocidos, destaca su obra maestra " Don Juan Tenorio", que siglos después sigue representándose y teniendo plena vigencia en nuestros teatros. Fue, sin embargo, también conocido por muchos debido a su fuerte y difícil carácter. Era, a todas luces, un alma indomable.
Con apenas 30 años, sus obras de teatro se representaban y gozaban de una fama espectacular, era de esperar entonces que pasara a formar parte de la Real Academia Española, pero no fue tan fácil. Cuando en 1847, fallece el autor Jaime Blames, aparecen dos candidatos ideales para sustituirlo: Joaquín de Mora y el propio don José. El puesto finalmente terminó siendo ocupado por el primero de ellos.
Nuestro querido escritor, según parece, quedó profundamente afectado en su orgullo ya que era plenamente consciente de su talento literario y no debió sentarle nada bien que los académicos no lo eligiesen para el puesto. Hecho que no fue olvidado nunca por el autor. Al año siguiente, en 1848, cuando el asiento representado por la letra H queda vacío debido a la muerte de Alberto Lista, los académicos vuelven a pensar en José Zorilla como su gran apuesta, sin embargo, éste que no quiso ser segundo plato de la institución se negó en rotundo.
Dos habían sido las ocasiones en que el escritor tuvo la oportunidad de formar parte de la loable sede de las letras, sin embargo su orgullo persistiría. La ocasión, no obstante, se le volvió a presentar en 1885, tras la muerte de José Caveda que ocupaba la letra L. En esta ocasión, quizás porque Zorrilla algo más maduro y menos orgulloso contaba ya con 68 años de edad, aceptó.
En mayo de 1885, ante el rey Alfonso XII, su esposa María Cristina, el presidente Antonio Cánovas y miles de autoridades literarias, don José Zorrilla se dispuso a leer ante todos su discurso de ingreso. Un discurso que dejó a todos con la boca más que abierta, pues Zorrilla, que aún tenía herido el orgullo por aquella primera ocasión en que lo relegaron, quiso entrar por la puerta grande y allí ante todos, demostrar su valía e ingenio como poeta pronunciando todo su discurso en verso. Éste comenzaba así:
Mi recepción, señores, como todo
lo que me sintetiza o me revela,
como todas mis obras y mis hechos,
para ser natural va a ser excéntrica [...]
Y así, con gracia y estilo nuestro maravilloso Zorrilla pronunció uno de los discursos más divertidos, elocuentes y desde luego perfectos jamás dados en la Academia. ¿Os imagináis la cara de los presentes?
Fuentes:- Santiago Posteguillo (2014). La noche en que Frankenstein leyó el Quijote (1a ed). Booket