Revista Libros
Ángel Olgoso.Tenue armamento.Editorial Alhulia. Granada, 2018.
Espléndidamente editados por Alhulia en su colección Mirto Academia, Ángel Olgoso, uno de los narradores más consistentes de la literatura española actual, reúne en un volumen misceláneo sus textos de no ficción.
Como Cartapacio de papeles menores subtitula Olgoso este Tenue armamento, un modo indirecto de acercarse a su mundo literario y un modo directo de entrar en su mundo personal de la mano de la buena prosa que brilla también en estos prólogos, textos de presentaciones de libros propios y ajenos, reseñas o comentarios de cuentos.
Algunas de las claves creativas del universo narrativo de Ángel Olgoso aparecen en estos textos que son una aguja de navegar que permite orientarse en un recorrido por la génesis y la evolución de su escritura y recogen sus “reflexiones sobre el fantástico, los estudios holmesianos o la Ciencia de las Excepciones y las Soluciones Imaginarias, la Patafísica.”
Como en sus libros de creación, brilla en Tenue armamento la esmerada escritura de un admirable prosista que explica en el Introito del volumen que “esta ecléctica miscelánea de papeles menores -unos conocidos, otros difíciles de encontrar o simplemente inéditos- se limita a dibujar una nada intencionada poética, la efímera sombra de la escritura, del juego de crear; materializa sin querer un corpus de motivos, entusiasmos, obsesiones y encargos, vestigios de la fiebre del letraherido; tiende puentes a un territorio particular donde las fronteras se borran, a un gabinete de curiosidades, las del mismo autor.”
Los esbozos de poética y las reflexiones de narratología conviven en estas páginas con la evocación de su formación lectora y la continua declaración de heredero de los maestros del relato con un elogio de la brevedad del microrrelato, como el que cierra uno de los mejores textos del libro, el titulado, Relatos, teselas, dátiles:
Mucho después, tras escribir más de cuatrocientos relatos, descubrí que la brevedad es el molde más apropiado para mi estilo de cincel y escoplo, de taracea ensamblada tesela a tesela; que es cierto que a las ficciones mínimas les conviene ser feroces como pirañas, pero quizá también frágiles como una gota de rocío en la que, de manera sugestivamente distorsionada, se refleja el mundo que la rodea. Supe de otras propiedades suyas: sacian como dátiles, su corto vuelo deja largas estelas, su parco ladrido siempre engaña, son misteriosas como lágrimas de dragón y, todavía para algunos, inconsistentes como las huellas de los pájaros en el aire. Averigüé que para romper amplias ventanas, Lichtenberg solía usar monedas de dos centavos. Y tuve la certeza de que un buen cuento breve brevísimo puede ser confundido fácilmente con un pequeño lingote de oro de capela, el más puro según los alquimistas.
Junto con ese tipo de reflexiones sobre la escritura, lo más destacable de la colección son los textos que Olgoso elaboró para las presentaciones de sus libros: de los relatos breves de Breviario negro a los haikus chispeantes de Ukigumo; de las narraciones fantásticas de Cuentos de otro mundo a la selva de prodigios de Almanaque de asombros; de la potencia imaginativa y la incursión en lo oculto de Las frutas de la luna a los microrrelatos visionarios y concentrados de La máquina de languidecer.
Y aunque no faltan referencias al mundillo literario, mirado con distancia y benevolencia, como en el episodio del dramaturgo híspido con el que coincidió en Zamora, lo que se impone en estas páginas es una celebración de la literatura y un constante homenaje de gratitud y admiración a los maestros: de Cunqueiro a Merino, de Borges a Denevi, de Calvino a Bioy Casares o a Arreola.
Las reflexiones esparcidas en estos textos iluminan la escritura de Ángel Olgoso, señalan algunos de los motores de su escritura (Memorias del subsuelo), entran en la cocina elaborada de sus cuentos (Cocina en miniatura) y trazan su cartografía creativa, describen sus motivos e influencias, la exactitud de la miniatura de sus formas breves, destacan la excelencia de su escritura armónica, exigente y luminosa o fijan la importancia de la palabra, tratada en sus relatos con un temple más propio de la poesía que de la narrativa.
Junto con ese cuidado por la expresión, hay en los cuentos de Olgoso una libertad imaginativa y una búsqueda de la extrañeza heredada de la mejor zona de la literatura fantástica. Sobre el potencial literario de la imaginación, escribía en la presentación de Cuentos de otro mundo:
Cuando uno tiene imaginación, no puede evitar imaginar: se pirra por lo insólito, lo disparatado o lo imposible, por lo poco común, las ideas asombrosas, el extrañamiento, las epifanías siniestras, los misterios y las quimeras, las secretas perspectivas desde las que el mundo se manifiesta distinto, en definitiva por todo lo que le falta a esta vida cotidiana escandalosamente aburrida. Yo al menos no sé de cosa alguna que lo tonifique a uno tanto como hacer posible, en cualquier ámbito, lo imposible. Aunque, si se piensa con frío detenimiento, la literatura fantástica es realista de un modo inequívoco, porque reflexiona sobre el hecho enteramente fantástico de existir.
Santos Domínguez