Entre premio y premio, recibí la llamada de una persona de la Casa de las Culturas de Zaragoza, para invitarme a recoger el diploma con el que he sido premiado, y anunciarme que estoy seleccionado dentro de la próxima publicación, que a tal efecto, se hará de los relatos elegidos para formar parte del libro recopilatorio que verá la luz en las Fiestas del Pilar del año 2012.
Ya estuve seleccionado con publicación en la pasada edición, pero todavía no he recibido por parte de los organizadores del concurso, la copia del diploma y el libro que me dijeron que me enviarían a casa. En fin, una pena que por culpa de la crisis, los ayuntamientos no dispongan de sobres y sellos para hacerme llegar mis galardones. Como dice el refrán, no hay mal que cien años dure. Pues eso.
Os dejo un extracto del relato.
EL PREMIO
… Y de nuevo te vi, sin necesidad de recordarte entre las cortinas de mi memoria; entonces estabas poseída por la levedad de las nubes bajas, escondida bajo un manto mitad blanco mitad gris, y perdida en los confines del tiempo, como mis recuerdos; esta vez sin embargo, te sentí arrebatada por los sueños de los perdedores a los que cobijabas, y perpleja por los tiempos que te habían tocado vivir; y te vi y no te reconocí, porque en ese primer instante, sólo supe distinguir que estabas afincada bajo tus raíces, como siempre, e intuí que te encontrabas a la espera que alguien fuera a buscarte, y sin pensármelo dos veces, me comporté como si yo fuera el explorador de tierras inaccesibles y el descubridor de lugares remotos al que estabas esperando, y así sin más, de nuevo me recibiste con los brazos abiertos, en un alarde de generosidad cargado de buenas intenciones; después de ese primer vistazo te dejaste ver, y mis ojos, todavía sin dar crédito a aquello que tú me mostrabas, se perdieron otra vez en el brillo de tus edificios, el reflejo de las aguas de tus fuentes y la cercanía de las personas a las que acoges, que sin necesidad de engañarme, me mostraron la senda hacia el premio que había ido a recoger; esos caminos convergentes, que sin mucho esfuerzo, me llevaron a esa primera vez, la nuestra; a esa mañana del mes de enero en la que tú posabas tímida y jugabas al escondite tras la densa niebla del río Ebro, mientras esperabas a que los aires del Moncayo te dejasen ver tal y como eras, tal y como eres, sin buscar esa falsa necesidad de taparte bajo el tamiz de los sueños; esa primera vez, me dirigí hacia mi nuevo lugar de trabajo, y lo hice ausente ante tus encantos, sordo ante tus señales y ciego ante tus múltiples miradas, y caminé absorto con la melancolía de los que no saben que lo bueno está aún por llegar...
Extracto del relato El premio, de Ángel Silvelo Gabriel.