Revista Cultura y Ocio

Ángel Silvelo gana el primer premio de VIII concurso de cuentos 2011

Por Asilgab @asilgab

ÁNGEL SILVELO GANA EL PRIMER PREMIO DEL VIII CONCURSO DE CUENTOS 2011

Aunque un poco tarde (a las 23,00 horas del viernes 16 de diciembre) me acaban de llamar para darme la buena noticia que me ha sido concedido el Primer Premio del Concurso "Cultura es Libertad" que organiza "Afro", Asociaicón de Residentes Afroamericanos en Vitoria.

En esta ocasión, presenté el relato titulado "La Libertad y la Vida" en el que narro como una joven marroquí cruza el Estrecho para abortar en una ciudad española (supuestamente Granada) y lo hace sola, pues su novio noruego que trabaja en una ONG se queda en Marruecos. Ella se enfrenta a su libertad de elección de una forma que no había previsto.
Como siempre, os dejo el inicio del relato.
¡Buenas noches!

LA LIBERTAD Y LA VIDA DE ÁNGEL SILVELO GABRIEL

Por fin mi vientre está desinflado, vacío… pero sólo oigo el sonido de las olas del mar, e imagino que lo estoy soñando, porque el mar está lejos, muy lejos, como mis recuerdos. Es verdad, estoy soñando. Sujeto una caracola contra mi oído, y pienso que ojalá todo fuera igual de sencillo. Cuando me canso de escuchar el sonido del mar, me pongo a correr por la playa. Es una playa infinita, de esas que no se ve donde acaba, por eso corro tan deprisa, porque no tengo miedo a que se acabe. Todavía no sé que hay un principio y un final para cada cosa. Simplemente soy una niña feliz que se limita a correr por una playa infinita. Nadie viene detrás de mí, ¿por qué?

Por fin crucé el Estrecho, y todo parece que está tan lejos y tan cerca… sobre todo cuando oigo a un almuecín llamando a la oración. Su sonido me desconcierta y me pregunto: ¿dónde estoy? Creí haber cruzado el Estrecho ayer, sola, sin la compañía de Eric. ¿Por qué me dejaste sola? Yo sé mejor que nadie que ésta es una pregunta retórica. Cuando me fui, yo al menos sabía y quizá él no, que esta experiencia era mi prueba de fuego para demostrarle a él que podía salir indemne ante la rígida cultura marroquí en la que me he criado, sin embargo, él no conoce el alcance de esa decisión, porque como buen occidental que ejerce de turista accidental en el Magreb, desconoce las sentencias que contiene el Corán. Mi familia tampoco sabe lo que he venido a hacer aquí, ni lo que este viaje supone, para mí, para ellos. Ellos creen que estoy ampliando mis conocimientos sobre el Islam, lo que no es verdad, pero mi mentira no es completa, porque esta gran ciudad y sus magníficos palacios, me recuerdan tanto al lugar donde yo nací, que se comportan como la voz de mi conciencia. Me siento asustada, como cuando era niña y corría sola por la inmensa playa de Agadir. Entonces huía, ¿y ahora?


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