Tras la nota de prensa emitida por la Concejalía de Igualdad de Miranda de Ebro, que comunicaba que el jurado se reunió por última vez el pasado 27 de septiembre para consensuar el palmarés del concurso, ya daba por perdido el citado concurso una vez más. Pero esta mañana he recibido una llamada del citado Ayuntamiento para comunicarme que soy uno de los tres premiados sin especificarme cual de ellos soy y remitiéndome a las bases del concurso. Leídas las mismas, puedo decir que la entrega de premios será el próximo viernes 4 de noviembre a las 20:00 horas en el Salón de Plenos del Ayuntamiento, y será entonces, cuando sepamos el lugar que ocuparemos en el palmarés.
Desde aquí quiero felicitar al resto de premiados y dar las gracias al jurado por elegir mi relato titulado Paula y su madre como merecedor de dicha distinción. En esta ocasión, me fijé en el otro lado de la igualdad, y tras leer un artículo en la revista Yo Dona donde se mostraban distintos ejemplos de la persecución y despido que las empresas ejecutan cuando sus empleados masculinos optan por acogerse al derecho que les acoge la Ley de Igualdad en cuanto al cuidado de sus hijos con la correspondinte reducción de jornada, vi una opción más que interesante de hacer llegar a la sociedad este tipo de discriminación.
Como siempre dejo un pequeño adelanto del mismo.
PAULA Y SU MADRE
Hay un monstruo suelto por la habitación. Ruge y hace ruidos extraños que no sé distinguir. Me arrugo como un guiñapo debajo de las sábanas, que uso a modo de escudo protector. Lo peor de todo es que no veo nada, y que todavía queda mucho tiempo para que se haga de día. Mi madre siempre me dice que me olvide de la fauna salvaje que tengo en mi cabeza, pero ella no sabe que sólo se atreve a salir en mi busca cuando estoy a oscuras en mi habitación. Por mucho que se lo explico ella no me cree, pero yo estoy seguro que están ahí, justo debajo de mi cama. Ahora el ruido es más intenso y los siento muy cerca. ¿Dónde estará mi padre?, si estuviese a mi lado todo sería más fácil, pero la verdad es que estoy solo, solo ante el peligro… Se despertó sudando y sobresaltado, aunque esta vez no había gritado. Su mujer dormía plácidamente a su lado y era ajena a las pesadillas de su fauna salvaje. ¿Cuándo fue la última vez que había soñado que era perseguido por aquellos monstruos que no le dejaban dormir de pequeño? Había cosas que el paso del tiempo nunca lograba borrar del todo y esta era una de ellas. Pensó que la estela del tiempo no era capaz de congelar a los corazones, y todavía medio dormido, se levantó y fue a ver a Paula, su hija de casi tres años. Mientras que llegaba a su habitación, sólo deseó una cosa, que ella estuviese a salvo de la fauna animal que poblaba el universo.
¿Acaso ahora te han salido tetas?... acaso ahora te haaan salidooo tetasssss… pensaba en esa frase una y otra vez mientras su mirada y su pensamiento se perdían y se difuminaban en la cálida y tranquila soledad de los columpios. Miró a su hija Paula, y se sintió muy a gusto, pero no plenamente satisfecho.
Extracto del relato Paula y su madre de Ángel Silvelo Gabriel.