Tombwa era un puerto pesquero con casitas de colores donde la gente vivía mayormente de la pesca de forma muy humilde. Se encontraba a unos 93km de Namibe.
En la bahía se veían las pequeñas embarcaciones que acababan de faenar que permanecían ancladas balanceándose en las aguas o atracadas en la orilla del mar.
Aunque todo se encontraba con mucha basura y no daba la sensación de ser un lugar muy seguro para el paseo.
Había la pequeña parroquia Ntra. Sra. del Rosario donde la gente solía congregarse las mañañas del domingo.
En una de sus plazas nos encontramos un monumento en honor a los pescadores.
Había algún que otro comercio donde comprar algo de pan y poco más.
Luego fuimos a los Arcos haciendo una pequeña caminata admirando el paisaje que teníamos frente a nuestros ojos.
Vimos la laguna donde habían flamencos y al otro lado iban pasando las vacas formando una bonita estampa.
Parece que la escasez de agua empieza a acechar al paíscomo ya está ocurriendo en Namibia.
En el país vecino, según unas noticias recientes, era tal la sequía que no hacían más que matar elefantes e hipopótamos para alimentar a la población.
Finalmente visitamos unas formaciones rocosas con un color rojizo que llamaba la atención.
Eran las colinas de Curoca que formaban un impresionante cañón y se ubicaban en el curso bajo del río Cunene.
Los que lo deseaban podían subir y ver una vista espectacular desde la cima.Era una buena forma de finalizar la excursión del día.
Cuando volvimos hacia el hotel pagamos a Bitoca, nuestro guía. Como se quejaba de dolor le facilitamos paracetamol para mitigar el dolor de la cadera debido a un accidente que había padecido hace unos años.