Revista Filosofía

Anhelos de inhumanidad

Por David Porcel

La obstinación por llegar a tiempo se está convirtiendo en un verdadero suplicio, en una manía persecutoria a la que no ayudan precisamente las nuevas tecnologías y aplicaciones perpetradas para impacientar a usuarios y consumidores. La experiencia de la espera, de la expectación, del encuentro, está siendo abruptamente desplazada por poderosos mecanismos que actúan ya desde dentro de nosotros. En nuestros días ya solo sabemos impacientarnos, estar preparados para recibir o enviar el mensaje, el Whatsapp, el aviso, y captarlo a golpe de vista, porque ya no podemos aguardar. Si antes del móvil y de Internet eran los relojes los que ponían bridas a nuestro tiempo, y sentíamos la necesidad de liberarnos de ellos viendo aquellas pelis setenteras como Easy Ridero Cowboy de medianoche, ahora la imposición a llegar a tiempo viene de dentro. Es el mundo el que se alimenta de nuestra impaciencia. Es un mundo impaciente, impacientado, el que estamos labrando cada vez que anteponemos lo urgente a lo importante y olvidamos que hay río al otro lado.

Anhelos de inhumanidad

El caso es que la actualidad confirma la sospecha del filósofo Jean-François Lyotard cuando se preguntaba si lo propio del hombre no es estar habitado por algo inhumano, porque las nuevas políticas transhumanistas ya invitan a la comercialización de seres híbridos que llevarán implantadas en el cerebro aplicaciones con las que recrear en 3D videojuegos, recibir a golpe de vista la noticia casi en tiempo real, o dejar que algún algoritmo tome decisiones o “piense” por nosotros. ¿Por qué esa obsesión por dejar de ser? ¿Por qué esa manía de privarnos del camino? ¿Por qué ese afán de dar a la técnica el poder de gobernar lo humano? ¿De dónde viene el extraño embrujo de someter lo humano a las mismas exigencias que se le hacen a la máquina?

“¿Qué perturbadora burla puede incubarse en el seno de un hombre harto de sí mismo? ¿Qué fuerza le lleva a someterse temerariamente a una computadora más inteligente y poderosa? ¿De dónde nace la obsesión por dar a la técnica el poder de gobernar a la humanidad? ¿Qué influencia ha extirpado de la conciencia humana el principio de dignidad, soberanía y autonomía que glosa la filosofía kantiana? La mentalidad colonizada por la doctrina mecanicista anhela el ocaso de lo humano y ver cumplido el vaticinio distópico que consuele el espasmo narcisista del hombre resentido, acabe de una vez con la disyuntiva del libre albedrío y borre de la memoria cultural la dimensión espiritual de un ser alumbrado por la transcendencia.” (Basilio Baltasar, “El espasmo narcisista del hombre resentido”)



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