Revista Opinión

Animales no políticos

Publicado el 20 octubre 2011 por Jorge Gómez A.

La crisis educacional y las demandas estudiantiles son hechosindiscutibles desde un punto de vista argumentativo. Son un tema político atodas luces. Sin embargo, los actos de agresión y destrucción durante lasmanifestaciones, por parte de encapuchados, como la quema de un bus, contrarioa lo que algunos pretenden, no son políticos sino delictivos.
La quema de unbus del Transantiago durante la mañana del martes no es un acto político, sinoque es un acto netamente delictual. Lo mismo pasa con la destrucción desemáforos, señalética, ornamentación pública, o el saqueo a tiendas –pequeñaso de grandes empresas- que vienen ocurriendo desde hace meses.
Hay un elementoesencial en aquellos actos, que tiene relación con un ethos más bien delictual,y no político, donde la agresión es vista por lo pares como una expresión deosadía, de fuerza egoísta, y sobre todo desafío a la autoridad. Pero no es undesafío a la autoridad en términos políticos (y por tanto civiles como podríaserlo desde una posición ética -ácrata- en cuanto al poder mismo, e inclusoideológica en cuanto a la obtención del poder). Es una jactancia en términos tribales,para demostrar a la horda –momentánea- que se es el más fuerte o valiente de latribu.
Es decir, elacto destructivo de los encapuchados es un acto no sólo animal, sino egoísta,en cuanto su configuración responde a la satisfacción del impulso y del ego,porque no se inicia necesariamente en la legítima defensa.
¿Por qué digoesto? Porque esos energúmenos, probablemente no actúan de manera racional, sinomás bien pasional, movidos por impulsos e instintos del momento, en base a loque la turba le indica, o lo que ellos estiman que la turba valora como “unacto heroico”. Ergo, bajo ningún punto de vista estarían actuando políticamentecomo algunos han tratado de insinuar a lo largo de estos meses.
Contrario a loanterior, el actuar político es argumentación, por tanto exige el uso dellenguaje -y por tanto de la razón que es lo que nos distingue de las bestias- demanera individual, para llevar a cabo el diálogo con un otro que me reconocecomo interlocutor válido para tal acto (pues me considera dueño de mi cuerpo). Así,sólo en y con el uso del lenguaje, la política es moral y sobre todo ética.
Por eso, el usode la coacción -que desconoce la autoposesión del individuo- siempre terminapor suprimir lo político, pues niega a la razón, y con ello la argumentación, dandopaso al actuar instintivo, que es animal. Por lo mismo, no existe esa cosallamada violencia política. Y la guerra no es su extensión por otros medios, sinosu supresión de manera brutal. Quien justifica sus acciones coactivasllamándolas “violencia política”, no tendrá límites para ejercer la agresión yderivará en nuevo déspota.
Si dijera queuna banda de ladrones o asaltantes, es una organización política, la mayoríarechazaría tal afirmación. Y claro, la refutarían porque presumen que esa organizacióncriminal carece de un ethos político en todo sentido. Y efectivamente es así,pues sus miembros se asocian en base a satisfacer sus impulsos egoístas -noconfundir con el individualismo- sin escatimar ninguna clase de consideración ofreno moral o ético con respecto a sus otros compañeros.
En una bandacriminal –organizada o espontánea- no se asocian para establecer acuerdos parasu convivencia como individuos racionales –y morales- como plantea –y presume- laidea de un contrato civil. Así, si alguno de los miembros ve que sus deseos -oimpulsos- se ven mermados por la acción de los otros, no apela a laargumentación sino que apela al uso o amenaza de la coacción, y por tanto, puedellegar a asesinar a esos otros simplemente.
En unaorganización civil y por tanto política, es el ethos político el que marca lapauta, lo que implica derrotar al adversario sin asesinarlo, es decir, mediantela argumentación. Esa también es una de las bases de la democracia.
Teniendo claroesto, es fácil ver que quemar un bus, romper semáforos o patear y romper lascortinas de los negocios, no es un acto político, sino delictual.
El problemaradica en que los interlocutores principales en torno al asunto educacional, parecenno captar esta distinción, y terminan justificando de diversas maneras elactuar coactivo –ilegal o institucional- en base a una lógica de empates, queno es político, sino tribal. Y entonces todo se confunde. Y tarde o temprano, la política es derrotada por la violencia.
Para evitar más actosde violencia y agresión, es momento de que todos seamos más políticos queanimales.

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