Revista Cine

Animario 2020: Dos miradas femeninas hacia la animación

Publicado el 21 octubre 2020 por Enprimerafila

El III Festival Internacional de Cine de Animación Animario ha tenido lugar en formato presencial hasta el 18 de octubre, pero su programación completa está disponible hasta el 25 de octubre en la plataforma Filmin. Dentro de esta selección de cortometrajes encontramos dos ciclos dedicados a dos aproximaciones femeninas al mundo de la animación desde puntos de vista muy diferentes. Por un lado, el mundo animal que propone la directora estonia Chintis Lundgren, que también es un estudio de las relaciones personales; y por otro lado la visión oscura en torno a la muerte que podemos ver en la obra de la realizadora mexicana Sofía Carrillo. Son dos retrospectivas muy completas que no solo nos acercan a la casi totalidad de sus obras de ficción sino también algunos trabajos realizados para publicidad y música. 

El universo animal de Chintis Lundgren

La directora Chintis Lundgren nació en Estonia, pero actualmente vive en Croacia, donde ha montado su propio estudio de animación, una faceta a la que llegó sin pretensiones y casi de forma casual. El ciclo está formado por una buena parte de sus propuestas de animación, y por una Masterclass que ciertamente es una de las más sorprendentes que hemos visto en mucho tiempo. Sin estudios artísticos que la conectaran con el cine, esta autodidacta comenzó su carrera como pintora, pero mientras trabajaba dibujando storyboards para una agencia de publicidad surgió la posibilidad de realizar un primer proyecto que proviene más de la creatividad que de una técnica depurada. La animación de Unexpected waltz (2008) es bastante simple, y la historia es solo una anécdota sobre un hombre que decide ir a una discoteca, pero ya encontramos algunos temas que serán constantes en su obra, como esas relaciones personales libres, que no entienden de géneros, sino que están basadas en la libertad personal. 

Durante su trabajo en la agencia de publicidad, se le pidió que realizara una serie de sketches para una marca de cerveza. Y en estos sketches aparecen por primera vez los pájaros que serán protagonistas de buena parte de su obra. Birds and beer Collection (2011) incluye estos cuatro pequeños relatos sobre unos pájaros que llevan a cabo acciones absurdas para intentar beber cerveza, pero la marca rechazó los cortos porque eran "demasiado artísticos", y fueron finalmente distribuidos como obras autónomas en el año 2011.

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The great grey shrike (Chintis Lundgren, 2009)

El primer cortometraje que Chintis Lundgren incluye en su filmografía oficial es The great grey shrike (2009), la primera obra que realiza con conciencia de querer dedicarse a la animación, y el primer corto que le abre las puertas de los festivales internacionales. Su aún dubitativa incursión en la animación hace que introduzca una voz en off descriptiva que no beneficia a esta historia sobre relaciones entre diferentes aves, pero su estilo sencillo aunque efectivo comienza a definirse. La repercusión de esta obra le llevó a realizar una serie de pequeñas piezas para diferentes festivales de animación en Estonia y festivales de música, entre los que destaca el divertido videoclip I love your face (2012) o el corto Fox in the boat (2013)  para Annecy 2013. 

La entrada en su vida personal y como colaborador habitual de Drasko Ivezic, que se encarga de dar una estructura más compleja a los guiones, hasta entonces simples anécdotas, es importante para que sus cortometrajes empiecen a tener una entidad propia como historias, además de ir componiendo personajes definidos que serán esenciales en sus siguientes trabajos. Así surge la rata Herman, protagonista de Life with Herman H. Rott (2015), una divertida historia sobre la convivencia entre esta rata descuidada y una gatita muy ordenada, que estuvo seleccionada en Annecy. Y también el zorro protagonista de Manivald (2017), el cortometraje más conocido de Chintis Lundgren, en el que se iniciará su relación con el musculado lobo Toomas y también estarán presentes los conejos bebedores de absenta. 

De hecho, algunos de estos personajes forman parte del corto Musical interlude with Manivald and the absinthe rabbits (2015), una pieza que funcionaba casi como un episodio piloto de lo que pretendía ser una serie de televisión protagonizada por este universo de animales. Pero la serie aún no se ha podido desarrollar, aunque la repercusión de los siguientes cortos de la directora parecen haber despertado la atención de algunas televisiones que han vuelto a poner el proyecto en marcha, el más ambicioso de Chintis Lundgren hasta la fecha, y el primero que no realizará en solitario. 

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Toomas beneath the Valley of the Wild Wolves (Chintis Lundgren, Drasko Ivezic, 2019)

Mientras tanto, el año pasado se pudo ver Toomas beneath the Valley of the Wild Wolves (Chintis Lundgren, Drasko Ivezic, 2019), que ha pasado por casi todos los festivales de animación más importantes del mundo, consolidando la carrera de la directora. En este último cortometraje hasta la fecha, el protagonista es el lobo Toomas, que aparecía en Manivald (2017), y que ahora se ve obligado a trabajar como gigoló para poder mantener a su familia (esa familia que apenas veíamos en el anterior corto). La historia es más compleja, tiene diálogos más elaborados y fortalece la trayectoria como animadora de esta artista que se ha convertido en una de las voces más personales y particulares del panorama europeo. 

La belleza de lugares abandonados

Sofía Carrillo es una artista mexicana que se ha especializado en creaciones en las que utiliza el stop-motion con muñecos y escenarios creados por ella misma. Licenciada en la Universidad de Guadalajara, sus trabajos tienen un aspecto al mismo tiempo tenebroso y absolutamente bello, y se pueden encontrar en ella algunas representaciones que nos recuerdan a los hermanos Quay o a Jan Švankmajer, aunque no son exactamente los creadores que la han inspirado. Ella misma ofrece algunas de las claves de su obra en una hermosa Masterclass que también se puede ver en la programación de Animario. 

La muerte es uno de los temas constantes en la filmografía de Sofía Carrillo. Uno de sus primeros cortometrajes, Fuera de control (2008) surge de la necesidad de extraer sus sentimientos tras la muerte de su abuelo paterno. En un escenario de paredes marchitas, encontramos varios personajes que representan los mundos interiores de la directora: la tristeza, la pérdida, el dolor... Es una obra muy bella dentro de su oscurantismo, que marca ya algunas de las constantes de Sofía Carrillo: la aparición de gemelas (las dos caras de uno mismo), los espacios abandonados, la heterocromía de sus personajes... pero sobre todo la familia, que estará presente siempre en sus obras. 

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Fuera de control (Sofía Carrillo, 2008)

Si con el anterior cortometraje estuvo nominada a los Premios Ariel de la cinematografía mexicana, con Prita noire (2011) consiguió el Ariel a Mejor Cortometraje de Animación. En este caso, la figura de las dos hermanas que mencionábamos antes adquiere protagonismo en la historia. Se trata de una representación de esa doble personalidad que en ocasiones se siente dentro de una misma persona, una especie de otro yo que nos conduce a pensar o realizar acciones que no se corresponden del todo con nuestra personalidad. En el corto, la hermana pequeña es la que en realidad controla a la mayor, hasta que uno de sus actos provoca la separación, la ruptura entre ambas. 

Uno de los cortometrajes que comienzan a consolidar la trayectoria internacional de Sofía Carrillo es La casa triste (2013), una de sus obras más hermosas. La historia tiene que ver también con el entorno familiar y la pérdida, a través de una casa abandonada, que es un espacio por el que la directora siente una especial atracción, que esconde sin embargo numerosos objetos, como únicos elementos que mantienen la memoria de los ausentes. Mientras los habitantes de la casa van desapareciendo, sus objetos se mantienen durante un tiempo, y son ellos los que establecen una relación entre el presente y el pasado. La mayor parte de los objetos que aparecen en la historia, y que cobran vida, fueron encontrados por Sofía Carrillo en diferentes bazares, y componen una reconstrucción de distintos recuerdos, de distintas vidas que ya no están. La conexión con la propia experiencia de la directora, que vivió durante un año la desaparición de tres personas cercanas debido al cáncer, se representa aquí en esta casa que también sufre la enfermedad que provoca la tristeza. 

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La casa triste (Sofía Carrillo, 2013)

Tras la experiencia casi de exorcismo emocional que experimentó Sofía Carrillo con La casa triste (2013), se embarca en un proyecto más liviano, que adapta un cuento escrito por Txabi Arnal Gil con ilustraciones de Cecilia Varela, El corazón del sastre (2014). Pero, aunque es un relato que está protagonizado por un viejo sastre que recorre diversas localidades ayudando con su trabajo a sus habitantes, también la muerte está presente. El sastre viaja cuando siente que su corazón necesita nuevos alicientes para seguir funcionando, y lo que es una vida sedentaria se convierte en un viaje hacia la libertad, una libertad que conducirá inexorablemente a la interrupción de su vida. Es interesante la representación de la idiosincrasia de cada pueblo componiendo sus personajes a partir de juguetes tradicionales de la cultura mexicana. 

Cerulia (2017) supone un regreso a las casas abandonadas y la figura de su abuelo paterno. La protagonista regresa a su antiguo hogar, una vieja casa que atesora los objetos de su niñez, aunque en un espacio decrépito. El personaje principal está acompañado por su otro yo, esa hermana gemela que funciona como su personalidad escondida. Es una obra de madurez de la directora, llena de detalles asombrosos, de belleza en medio de la sordidez, de construcción narrativa precisa y atmosférica. La figura de los abuelos de la joven Cerulia también está enraizada en esa casa, como un elemento que la atrae hacia la memoria y la nostalgia. 

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Cerulia (Sofía Carrillo, 2017)

Ese mismo año, Sofía Carrillo creó los interludios de la película colectiva XX (Roxanne Benjamin, Karyn Kusama, St. Vincent, Jovanka Vuckovic, 2017), una colección de cuatro historias dirigidas por mujeres. Entre los relatos, la directora mexicana crea una especie de cuento dividido en cuatro partes que, en realidad, podríamos considerar como una historia independiente más. En este caso, el objeto, una casa de muñecas, trata de revivir a su dueña, una niña a la que le falta el corazón. Es una historia realizada en stop motion que encuentra una gran belleza poética en sus imágenes. 

Por último, la primera incursión de Sofía Carrillo en el cortometraje de acción real es su último trabajo, La bruja del fósforo paseante (2018). Pero aunque cambia de técnica, algunos de los temas constantes de su filmografía están presentes, como la familia o la iconografía de los relatos de brujería. Rodado en blanco y negro y en 16 mm., la adopción de este formato parece coherente con las imágenes que nos ha mostrado en sus anteriores obras, aquí representando un cuento oscuro protagonizado por la lucha entre brujas que tiene su mejor expresión en esos tonos grisáceos que componen la estética del cortometraje. 

 Animario se puede ver en Filmin hasta el 25 de octubre. 



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