Revista Coaching

Ánimo galicia!

Por Mbbp

ÁNIMO GALICIA!

Cualquiera puede darse cuenta de la cantidad de gallegos que hay dispersos viviendo por medio mundo. El gallego, más por necesidad que por devoción, ha sido desde siempre un aventurero que se ha aventurado a emigrar. ¿Quién no conoce un bar o una marisquería de alguno de ellos? No son personas especialmente risueñas y alocadas, aunque llevan consigo una sutil ironía. Son incansables trabajadores y aman su bella tierra, sutilmente, sin grandes aspavientos ni rituales. Pero, ante todo, son gallegos de pura cepa, aunque sean discretos y no siempre lo manifiesten… aunque su acento les delate, para siempre!

Pero ahora pienso en ellos como personas. Lamentablemente unidas por el duelo de quienes han sufrido en su propia carne o en la ajena el dolor de una catástrofe ferroviaria trágica para todos. En el día de su patrón, Santiago. Porque el gallego es más que católico o celta, gallego, ante todo. Y supo aceptar al apostol Santiago como patrón impuesto, sin renunciar a su milenaria y algo enigmática cultura celta, que comparte con países lejanos como Irlanda, pero unidos por un mismo mar, proveedor de recursos…

Pero ahora pienso en las personas afectadas, mucho más que gallegos. Y pienso en la movilización espontánea y masiva de voluntarios de allí y foráneos, unidos todos ante la desgracia humana. Como también la hubo ante el terrible chapapote de hace unos años, cuando el Prestige -y, sobre todo, la ineficacia política- contaminó casi 4.000 kilómetros de su bella costa.

Todos a una, discretamente. Vecinos, turistas, propios y extraños, arrimando el ombro y ayudando, como pueden. Porque, tras cada número estadístico de heridos o fallecidos hay una persona, una familia y una vida trágicamente truncada o, como mínimo, trastocada. Y una sonrisa abortada o una lágrima derramada. Y yo, como persona, padre o hijo, depende de cada momento, siento esa sonrisa perdida o esa lágrima como si fueran de alguien que, como yo mismo, aprende a vivir la vida como puede y sabe, cada día…

Demasiadas veces buscaba el sentido de lo que sucede en la vida y lo manifestaba, siempre que podía. Y, aunque creo firmemente que cada situación tiene su propio sentido -aunque nos cueste verlo y sobre todo aceptarlo- frente al dolor propio o ajeno, lo primero que hoy hago es sentirlo como propio, para aceptar que podía haber sido yo uno de los afectados. Pero ya he aprendido a hacerlo sin palabras altisonantes o de esperanza, pues el sufrimiento es parte de la vida humana y solo hay que acogerlo en silencio y, como mucho, compartirlo con complicidad en una mirada, cuando lamentablemente llega…

Hoy prefiero sentir su dolor como propio, sin buscar presuntas lecciones de la vida que, aunque las siento en mi interior, es difícil explicarlas o que las entienda el que está sufriendo. Y, desde aquí y ahora, pido perdón a todas esas personas queridas y cercanas que, en un momento difícil, me escucharon dándoles ánimo solo con palabras vacías, sin respetar su dolor ni su inapelable derecho al silencio. Hubiera bastado -en lo posible- mirarles a los ojos y transmitirles lo que siento con mi corazón abierto. Porque lo que necesitamos ante el sufrimiento es sentirnos respetados, comprendidos y amados, aunque sea en silencio! Esta sabia lección de la vida me la enseñó hace ya tiempo mi princesa hoy silenciosa…

Hoy, la verdad, prefiero dejar que la vida nos dé su implacable lección del día, mientras yo permanezco callado, mirando los ojos de quien sufre -cerca o lejos mío- y con mi corazón abierto, sintiéndolo desde dentro…

 

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