Hoy se cumple un año del nuevo Papa de Roma, un país curioso.
Es curioso que el país tenga desde hace muchos años una población estable rondando los mil habitantes (en concreto 932). Pasa por ser el país con menor población y curiosamente, nunca nace nadie en su territorio (según datos oficiales, porque sabemos que de facto no es así). Esto explica que siga siendo imposible obtener la nacionalidad vaticana por nacimiento
Es curioso que, en los tiempos que corren, sigua siendo una monarquía absoluta, que más bien se parece a una dictadura (puesto que el Papa tiene plenos podereres ejecutivo, legislativo y judicial). Y entiéndase dictadura como las que hubo en el imperio romano, no como las dictaduras militares actuales.
Desde hace un año, hay algunas cosas que han ido cambiando en el Vaticano, hay cosas que tienden a modernizarse y adaptarse a los tiempos. Y es que muchos de nosostros nunca imaginamos que ya no un Papa, siquiera un obispo, se atreviera a decir públicamente que no era quién para juzgar a los gays.
Tampoco imaginamos pequeños detalles como abogar por volver a los orígenes del voto de pobreza... aunque se quedara en una frase, hacía presagiar cambios. Más extraño que quisiera unirse a todas las religiones y a los que no querían ninguna religión pidiendo que se parara una guerra en Siria.
Desde mi paso por un colegio mayor eclesiástico en mis años de universidad, mi visión de la iglesia fue decayendo constantemente. De aquel colegio mayor y sus empleados (en su mayoria religiosos), poco bueno puedo decir, así que, mejor me lo callo. En los últimos meses, algo ha cambiado a mejor en mi opinión sobre la iglesia actual.
No creo que este sea el Papa de la revolución, el que convierta al Vaticano en un no-estado y que se limite a ser una religión. Tampoco creo que convierta al Vaticano en un estado más adecuado a los tiempos en el que los referentes religiosos puedan seguir siendo perpetuos, pero los políticos, ejecutivos y judiciales sean electivos y democráticos. Pero algo es algo...