Revista Salud y Bienestar
No cree en Dios, pero tiene fe, y mucha, en sus amuletos y, por supuesto, en la ciencia. La bióloga Anna Veiga, la primera en lograr el nacimiento de una niña probeta en España, la misma que dirige el banco de células madre del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona y que en junio presidirá la Sociedad Europea de Reproducción Asistida, no transmite ni un ápice de vanidad, como si abrir brecha no tuviera ningún mérito. Esta naturalidad es la impresión que deja cuando te cuenta su carrera o descubres su autobiografía (acaba de publicar 'El milagro de la vida', de RBA). "Cuando vimos en la ecografía el embrión latiendo supimos que estábamos haciendo las cosas bien. Nos dio mucha confianza", rememora. Nueve meses después (1984) nació por cesárea, en el Instituto Dexeus de Barcelona, Victoria Anna Sánchez Pérez, la primera niña probeta en España. También su amuleto preferido. "Un erizo de cristal de Swarovski que me regalaron los padres de Victoria tras su nacimiento y que me trae suerte. Tengo una cierta tendencia a utilizar amuletos, pero no se puede abusar de ellos porque si no, dejan de funcionar", comenta la directora científica del Servicio de Medicina de Reproducción del citado Instituto. Tras 30 años de profesión ha sido testigo y parte de la evolución de la reproducción asistida en este país: bebés nacidos de embriones congelados, gestados tras el diagnóstico genético preimplantacional o alumbrados sin determinadas enfermedades genéticas gracias a la selección del sexo. Y aunque a los ojos de los no versados en ciencia estos avances se han sucedido a velocidad de vértigo, lo cierto es que las "cosas han ido evolucionado al ritmo que tenían que hacerlo. Alrededor de la fecundación in vitro (FIV), de la técnica madre, han aparecido otras que han contribuido a derribar obstáculos. Como la microinyección espermática intracitoplasmática (ICSI), que nace como respuesta a problemas masculinos graves que no se resolvían con la FIV porque los espermatozoides no podían fecundar el ovocito", asevera. Hoy se utiliza en el 60% de los tratamientos FIV. Pero nada hubiera sido posible sin "la confianza de los pacientes en nosotros y en nuestros tratamientos. Las parejas no tienen una enfermedad que les cause sufrimiento físico, pero sí psicológico. Pasan por momentos muy duros y difíciles. Por eso fuimos los primeros en poner una psicóloga en nuestro centro, para que les apoyo desde el primer momento, desde el diagnóstico hasta el tratamiento. Ahora, la mayoría de centros cuenta con este especialista".
-Las células madre
Su inquietud y su talante pionero la han conducido hacia un nuevo camino: la investigación con células madre. Reconoce que trabajar con "embriones humanos, con el inicio de la vida, dota a nuestra labor de una vertiente ética muy importante... En los comienzos de la FIV, algunos sectores nos acusaban de destruir embriones, de hacer prácticas similares a los abortos cuando, en realidad, lo que hacemos con estos tratamientos es ayudar a que los embriones se desarrollen y que parejas con problemas de fertilidad puedan tener niños y niñas", argumenta. También ahora, en su nuevo puesto, está en el punto de mira de muchos. "Existen personas y grupos que no ven bien la investigación con células madre adultas y embrionarias. Veremos qué opinan cuando la terapia celular logre tratamientos para enfermedades que no tienen cura", admite. Esta confianza no ciega su llamada a la prudencia. "La mayoría de las terapias actuales con células madre son nuevas y experimentales... muchos pacientes en situaciones críticas y, por tanto, extremadamente vulnerables, recurren a hipotéticas soluciones. No sólo no se curarán de su enfermedad en la mayoría de los casos, sino que, además, ponen su vida en peligro por los posibles efectos adversos y complicaciones de los tratamientos que profesionales desaprensivos les aconsejan".
-Congelar el cordón
Tampoco le gusta que los padres se lleven a engaños. "Hoy en día están aumentando los casos de progenitores que congelan el cordón umbilical de sus hijos en bancos privados por si, hipotéticamente, en un futuro les fuera útil como tratamiento para, por ejemplo, una leucemia". Pero la realidad es que "se estima que la probabilidad de que un bebé utilice la muestra para un autotrasplante en dos décadas es de 1 por cada 20.000. Además, no podría hacerlo si sufriera una enfermedad de origen genético". Por ello defiende que la posibilidad de "crear bancos con finalidad compartida (uso público y privado) es una opción que la sanidad pública debe estudiar, teniendo en cuenta la petición de las familias de acceder a la preservación del cordón evitando la discriminación que ello pueda conllevar en función del poder adquisitivo. Pero es imprescindible proporcionar información veraz de sus aplicaciones a los padres para que se tomen decisiones sin obedecer a falsas expectativas".
**Publicado en "EL MUNDO"
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