Empieza para mi el año 49. Esto va demasiado deprisa. Ayer decidí quitarme la pelusilla que me había salido encima del bigote, ayer fue uno de enero de 1985 creo. Y según caían los pelillos sobre el lavabo fueron cayendo también los años del calendario. ¿Cuántos pelos habrán caído desde entonces? y aún percibo la sensación de esa hojilla recorriéndome el labio superior, y esa especie de desnudez que se presenta luego de perder la cobertura de vellos. Y ya voy por los 49 eneros, acumulados uno tras otro.
Escuchando a Pepe Mújica me reafirmo en algo que ya decidí hace algunos años: no pierdo el tiempo en perder el tiempo consiguiendo plata para pagar el último cacharro que he metido en mi casa. Solo compro lo que necesito y cuando tengo dinero para hacerlo. No quiero cosas, no quiero objetos ni ropa para lucir lo que no soy.
Mi amiga Naima me dijo una vez que dinero sí, pero no para tener sino para hacer cosas. Para sonreir o para llorar de emoción, para que eso quede en mi cabeza de por vida. Para eso quiero perder mi tiempo, para nada más.