Revista Medio Ambiente
A principios de noviembre los ornitólogos escoceses e ingleses alertaban acerca de la irrupción de grandes bandos de Ampelis (Bombycilla garrulus) procedentes de Escandinavia. A las pocas semanas, estos bandos se empezaron a ver más al sur hasta que llegaron las primeras noticias sobre su presencia al otro lado del Canal de la Mancha. Todo parecía indicar que era cuestión de tiempo que llegaran a la Península Ibérica, como ocurrió a finales de 2010, cuando se produjeron unas cuantas observaciones de esta especie (1,2) que no se registraba en la Península desde hacía muchos años y tan sólo en un par de ocasiones.
Y efectivamente, a principios de este mes, tres ejemplares se vieron durante unas pocas horas mientras se alimentaban en una espinera en la Ría de la Villa, y posteriormente se localizaron más ejemplares solitarios o en pequeños grupos, curiosamente todos en Asturies (Siero, Elías García y Xuan Cortés y Sotres, Juan Martínez). La última observación corresponde a un ejemplar de primer invierno que fue encontrado por Manuel Quintana en Avilés el 11 de este mes, curiosamente en el mismo sitio donde otro ejemplar de la misma edad permaneció entre febrero y abril de 2011. Hoy pude acercarme hasta allí y aunque llovía y la luz era muy mala le pude sacar unas pocas fotos testimoniales.
Muchas veces se escucha que las irrupciones de estas especies tan norteñas se deben a intensas olas de frío y a las dificultades de las aves para resistirlas, pero yo no lo tengo tan claro. Personalmente creo que lo más probable es que estas aves se van moviendo hacia el sur en busca de alimento a medida que se va agotando más al norte. No parece demasiado lógico que una especie que soporta rutinariamente durisimos inviernos de varias decenas de grados bajo cero, emigre en masa hacia el sur exclusivamente por una bajada de temperaturas un poco mayor que la media anual.
Este año, las espineras (Crataegus monogyna) por las que los Ampelis parecen sentir una especial predilección, se encuentran muy cargadas de frutos, por lo que no sería raro que hubiera muchos más ejemplares de esta especie por nuestros montes. La presencia de un pequeño grupo de estos arbustos en una zona urbana como Avilés, rodeada de otras especies "menos apetitosas", es lo que parece condicionar la presencia casi constante de ese ejemplar solitario que apenas se mueve de la zona. A pesar de que zorzales, mirlos y currucas se alimentan continuamente de las bayas, aun hay suficiencte alimento para todos, por lo que es probable que si no se siente molestado pueda permanecer varias semanas en el mismo lugar. Por cierto, mientras hoy estábamos observándolo, apareció un gavilán y el ampelis se fue volando y no regresó en la siguiente media hora que permanecimos allí.
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