Hoy rebaso, en tres años, el tramo en el que los sabios de la Grecia clásica (Hipócrates, Solón, Aristóteles y otros) ubicaban el gran climaterio que da acceso a la vejez, el escalón, cada uno de siete años, en que dividían la vida humana. Supero, pues, un estado que, a partir del noveno climaterio, muchos consideran o temen como de decrepitud e incapacidad, cuando no de inutilidad o pasividad, lo cual es aún más cruel e injusto. Aunque Galeno decía que “no es viejo quien tiene muchos años, sino quien tiene mermadas sus facultades”, es común la creencia estereotipada de que la tercera edades sinónimo de degeneración y pérdida, umbral de la muerte. No saben lo que ignoran y podrían perderse.
Cicerón refuta las acusaciones contra la senectud recordando que las acciones más valiosas no se llevan a cabo con el ímpetu ni con la agilidad de los cuerpos, sino con el conocimiento, la competencia y el juicio de los que la vejez suele estar sobrada. Que no borra la memoria, sino que ésta nos abandona por no usarla, que perdemos destrezas cuando perdemos previamente el interés y la dedicación. Que no quita la salud, pues la salud es labor de una vida, y que hay que cultivarla desde que se nace para no echarla en falta en la vejez. Que arrebata placeres, cuando podría ser el exceso de los mismos lo que se lleva, puesto que no faltan placeres sutiles en la edad avanzada para el alma sensible que no se halla atada a los tiránicos. Que vuelve a los hombres irascibles, huraños, retrógrados y avaros, cuando esas lacrasvienen con cada uno y no con la vejez. Y a los que la consideran próxima a la muerte, les recuerdas que ésta se puede presentar a cualquier hora, por lo que el anciano tiene a su favor que no haya sido pronto.Hoy, coincidiendo con el inicio del año, cumplo 66 años con el mismo propósito con que me he guiado siempre: aprender. O, citando otra vez a los clásicos, “cada día envejecer aprendiendo, ganando, haciéndome mejor”. Son los deseos que expreso cada Año Nuevo, una especie de `felicitación´ vital que me hago a mí mismo, y que he tenido la fortuna, en esta ocasión, de recibir con el libro: De senectute política, de Pedro Olalla (Editorial Acantilado), que me ha alegrado felizmente el cumpleaños y de donde he extraído el contenido de este comentario. ¡Que 2019 contribuya al enriquecimiento y felicidad de todos!