Anoche soñé que iba a un concierto. Anoche soñé que mi vida estaba salvada. Anoche soñé que vivía. Pero era mentira.
Sueño sin parar que no me dejan ir. Sueño que quiero entrar y me dicen tú no. Ya no existes aquí. Ya no vales. Anoche soñé otra vez muy tarde.
Anoche soñé yo contra el mundo. El mundo me la sudaba. Era yo contra algo que no era el mundo. Anoche soñé muy alto contra algo que ya no está.
Porque mientras todos ansiamos volver a los conciertos, absoluta y literalmente yo sueño que me prohiben entrar.
Y lo que me solía pasar era que igual estaba un poco tocado y no dormía por la cafeína del ron. Ahora necesito ron para dormir. Ron to run.
No me importa, lo hago por todos. Por volver a oler ese sobaco. Por esas apreturas. Por el sudor. Para que alguien me aúlle en la oreja sin estar corriéndose conmigo. Oh sí.
Córrete conmigo en un concierto. Esa es la más pura llamada a la que atendería si fuera necesario. Córrete conmigo en este concierto.
Porque ir a un concierto es un promesa por lo general no rota. Es literalmente un ticket to ride al tunnel of love. Y esa libertad que nos falta es la que nos está jodiendo la vida.
Yo, yo, personalmente, necesito ir a un concierto no ya tanto por el grupo que sea, por dios, que sí, sino por la cerveza congelada de antes y mirar a los ojos a otro ser humano.
Cuando tu mundo se rompe de tal manera, y se rompe, y así es, tienes que empezar a reconstruirlo a toda hostia. Y si estoy aquí es por el Achtung Baby.
Mi primer concierto fue el Zoo TV del Achtung Baby. Fueron 3.900 pelas. Mira que desperdiciamos la puta pasta. Aquella no.
Aquello era 1993. El motivo por el que estamos aquí es demasiado real. Es el origen de la simetría de mis pesadillas.
Voy a volver donde nací. Porque vivir puedo vivir. Adonde estoy pero me voy. Voy a volver. Alguna vez me quise ir. Allí dejé lo que perdí. Hay que querer conseguir por qué vivir.