Anomalisa (2015) narra la historia de un hombre de mediana edad, marido y padre, que vive en la constate agonía que le brinda el aburrimiento. Un día, en uno de sus viajes de trabajo, conoce en un hotel a una mujer que, sin destacar objetivamente entre las demás, le resulta verdaderamente especial, logrando ésta que su negativa predisposición ante la vida cambie radicalmente. Charlie Kaufman, uno de los mejores guionistas norteamericanos de la cinematografía moderna, firma con Anomalisasu séptimo guion original. Tal vez a algunos pueda no sonarles el nombre de tan preciado narrador; sin embargo, es más que probable que muchos (si no todos) hayan visto la hermosa fábula ¡Olvídate de mi! (Michel Gondry, 2004), cuyo guion, efectivamente, es del tipo que hoy nos ocupa.
Trabajando como guionistaen los comienzos de su carrera, Kaufman, a diferencia de la mayoría de escritores de Hollywood, puso siempre como condición fundamental el tomar parte en el desarrollo del rodaje y en la construcción final de sus historias, aspecto que Michel Gondry y Spike Jonze, directores con quienes trabajó en más de una ocasión, respetaban y aplaudían, comprendiendo que dichos manuscritos, siempre tan particulares, ocupaban realmente una porción fundamental en la autoría de las obras finales. Pero, como era de esperar, Kaufman terminó por pasarse a la dirección: concibió entonces que era esa la verdadera y única forma de poder controlar por completo el aspecto definitivo de sus historias.
Con Anomalisa, su segundo largometraje como “autor (casi) total” (término ciertamente injusto en un medio tan cooperativo como el cinematográfico, pero muy utilizado a fin de cuentas), Kaufman se introduce de lleno en el mundo de la animación, construyendo mediante la técnica stop motion un drama de ritmo pausado y conciso con una planificación visual milimétrica, mucho más cercano a lo sensorial que a lo intelectual, y cuya principal virtud, por paradójico que pueda resultar, es el tremendo realismo con el que se acerca ya no solo a los sentimientos (que también), sino a las propias acciones de los personajes: resultan las “interpretaciones” casi tan naturales como lo hacían en La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013), ejemplo más que ilustrativo.
En una frase: Lost In Translation en Wallace y Gromit.
Pelayo Sánchez.