Revista Educación

Años 80

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Años 80

Tengo un hijo. ¿Lo había contado por aquí? Tres años tiene. Bueno, tres años y medio, que no se me enfade. Estas últimas semanas le ha dado por jugar de vez en cuando a que es un bebé. Y qué cosa rara es la memoria. Que un crío que está empezando a vivir tenga ya nostalgia del pasado.

Todavía, que la tenga yo, con 47 años y a dos mil kilómetros de casa, pues vale. Pero él...

Nostalgia de la infancia en La Orotava. Esa sí. El paraíso, si me apuras (a mí y a cualquier agencia pública de publicidad, tan faltos ambos de creatividad). Qué sitio tranquilo aquel. No había droga. Si no cuentas el trapicheo en los baños públicos de la Plaza de Abajo, el de la Barriada o la peña que se reunía por fuera del Suizo (gente de una, dos generaciones por encima de la mía, alguno en rehabilitación, nada importante). En Los Cristianos apenas tampoco. Bastaba con evitar los aparcamientos del Santa Amalia cuando bajabas a la playa. Incluso si te olvidabas, con no molestar al yonqui en su manejo del mechero y la cuchara, no había peligro. Era otro rollo. Tampoco existía el bullying. Había nombretes y collejas (y "la farola" y tirarte a la fuente, boberías), pero sin maldad. El truco era el perfil bajo. Ese era el protocolo bueno, el que te enseñaba a ser un hombre. Alguna vez, algún que otro niño que de repente dejaba de ir a clase y escuchabas el rumor de que se había cambiado de colegio. Vete tú a saber por qué razón. Y homofobia... bueno, eran otros tiempos. A lo mejor, no digo que no, en otros sitios se sufría, pero ¿en Canarias? ¿Existiendo los Carnavales? Si el cuerpo te lo pedía, te vestías de lo que te daba la gana, intentabas no coincidir con conocidos (o tirabas de máscara) y a disfrutar. Una semanita al año en que no había que agachar la cabeza. Suficiente. Luego en la tele, sí, ETA, amenazas nucleares, atracos a bancos (mi padre trabajaba en uno, normal que me asustara), pero ¿a quién no asustan las noticias? La violencia machista ni siquiera era noticia, o sea, que no existía. Y se podía ir a cualquier hora por cualquier calle. Bueno, imagino. Yo era un niño. No iba solo ni a por el pan.

Nostalgia. Qué cosa esa.

También lo digo: mi hijo, con sus tres años (y medio) y la pulsión de volver a ser bebé de vez en cuando, ya rige lo suficiente como para saber lo mucho mejor que está ahora, sin cagarse encima, corriendo y saltando y con muchos parques a su alcance. En el cole grande, comunicándose y con muchos amigos.

Si él sabe hacerlo, su padre también debería.

Años 80


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