Sinceramente no me
apetecía nada volver a hablar de Artur Mas y su desafío separatista, pero lo
ocurrido el lunes en el Parlamento de Cataluña es de la suficiente entidad para
dedicarle, al menos, una entrada. Y es que escuchar los discursos de los independentistas
por la mañana y el de investidura a la Presidencia de la Generalidad de la
tarde me hizo poner el grito en el cielo, pues no comprendo como personas
medianamente inteligentes pueden decir tantas tonterías (y mentiras) en tan
poco espacio de tiempo.
Es verdad que nos
encontramos en el campo de los sentimientos, pudiendo aplicarse la famosa frase
de “el corazón tiene razones que la razón desconoce”, aunque a un político se
le deba exigir que actúe atendiendo a la razón y deje los sentimientos a un
lado, algo que en Cataluña está claro que no ha ocurrido. Y cuando se han
mezclado los sentimientos con la política es cuando han empezado los problemas,
porque cuando se entra en el ámbito de los sentimientos es difícil razonar,
aunque se nos esté pidiendo actuar de manera ilegal, como se constató en el
Parlamento de Cataluña.
Porque un parlamento
autonómico no puede legislar y decidir sobre lo que le venga en gana. Y por eso
el Parlamento catalán no tiene capacidad para decidir sobre lo que es o deja de
ser España. Es como si el Parlamento de Andalucía le declara la guerra a
Portugal, de chiste, ¿no?, pues igual la decisión del ‘Parlament’ de
desconectarse del resto de España. Esa decisión no se puede adoptar y punto
redondo.
Y como es una decisión ilegal,
no ajustada a Derecho, pues el estado de derecho debe defenderse y actuar de
forma contundente, como dijo el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy,
“aplicando solo la Ley, pero toda la Ley”, ni más ni menos. Y si unos cargos
públicos adoptan una decisión ilegal pues habrá que actuar conforme establece
la Ley, que para eso está. Y si hay que suspender de sus funciones al Gobierno
catalán pues se le suspende, al igual que si hay que suspender a los diputados
autonómicos. Así de fácil.
Y si las competencias de
la Generalidad las ha de asumir el Gobierno de la Nación pues para eso está. Y
de paso que expliquen de una vez cómo se ha mantenido el presupuesto público en
Cataluña durante estos últimos años, como se han pagado los servicios públicos
de los que disfrutan los catalanes.
Porque estoy seguro de
que si se suspendiera la autonomía catalana no pasaría nada e incluso muchos
empezarían a respirar tranquilos de ver como la administración deja de gastarse
sus impuestos en delirios separatistas y empieza a invertir pensando en la
gente normal. Estoy seguro que seguiría saliendo el sol, la gente seguiría
yendo a trabajar cada día y las protestas durarían un par de tardes.
La pena son todos estos
años perdidos, permitiendo que el nacionalismo se haya dedicado a comer
cabezas, a lavar cerebros en colegios y a vender mentiras. Porque eso lo ha
permitido el Gobierno de España. Han sido años perdidos para España (incluidos
los catalanes) y ganados para los separatistas. Años que van a ser muy
difíciles de recuperar...
Revista Política
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