Desde Guinea Bissau, en donde había nacido, Bori Fati emigró a Portugal, donde jugó en equipos de categorías inferiores. Un día, leyó en la prensa la historia de un municipio andaluz que ofrecía trabajo a los inmigrantes. Y allí se encaminó.
Bori Fatti vino persiguiendo un sueño de una vida mejor y, huyendo del hambre, llegó a Marinaleda, un pueblo solidario que ayudaba a los migrantes, según había oído. En efecto, el alcalde, Juan Manuel Sánchez Gordillo, de IU., le ayudó, como a tantos otros, y le buscó un trabajo como conductor de un camión de la basura, situado en el vecino pueblo de Herrera, de esa manera pudo legalizarse.
Con el tiempo, él y su mujer fueron padres de dos niños que crecieron, fueron a la escuela e hicieron lo que más les gustaba; jugar al fútbol. A los 11 años, su hijo Ansu Fati fue fichado por Albert Puig para las categorías inferiores del FC Barcelona y, a sus 16 años, jugó el pasado domingo contra el Betis, convirtiéndose en el segundo jugador más joven en debutar con el primer equipo azulgrana. Después del encuentro, su padre, Bori Fati, atendió a los medios de comunicación, asegurando que “es el día más feliz de mi vida. Cuando Ansu me dijo que estaba convocado por Valverde me puse a llorar, mi mujer también. Cuando ha entrado al campo hemos dicho 'no puede ser', estábamos en una nube”. Cuenta que el Real Madrid le ofrecía mejores condiciones que el Barça. “Pero elegimos al Barcelona porque vinieron a mi casa con el contrato y me convencieron”. Ansu Fati es el hijo de ese hombre que cruzó el mar, persiguiendo una utopía y que tuvo la suerte de ser acogido en el seno de un pueblo solidario.