Revista Cine

Ant-Man and the Wasp

Publicado el 08 julio 2018 por Diezmartinez

Ant-Man and the WaspCuando se estrenó, hace tres años, Ant Man: el Hombre-Hormiga (Reed, 2015), escribí en mi blog lo siguiente: “Como suele suceder con las entregas iniciales de la Marvel… esta primera entrega de El Hombre Hormiga logra presentarnos al nuevo personaje de forma ligera y divertida. Seguramente en las secuelas, Marvel echará a perder todo”.   No me gusta decir “se los dije” –es un decir: claro que me gusta-, pero se los dije: en la inevitable continuación, Ant-Man and the Wasp (Ídem, EU, 2018), todo lo que había salido bien en el primer filme vuelve a aparecer, aunque en cantidades menores, y todo lo que había salido mal aparece también, pero en proporciones mayores. ¿El resultado?: una cinta bostezante que se salva a ratos por la simpatía de su estrella protagónica Paul Rudd, por la vis cómica de un desatado Michael Peña y por alguna entretenida persecución por las calles de San Francisco, con personajes y automóviles que, como el chorrito, se hacen grandotes, se hacen chiquitos.   El ladrón Scott Lang aka Ant-Man (Rudd) ha sido condenado a dos años de prisión domiciliaria después de haber violado la ley al lado de Steven Rogers en Capitán América: Civil War (Hermanos Russo, 2016). Sin embargo, a tres días de recuperar su libertad –condicional, pero libertad al fin-, Lang vuelve a hacer equipo con el genio proscrito Hank Pym (Michael Douglas) y su guapa hija, Hope Van Dyne aka La Avispa (Evangeline Lilly), quienes lo necesitan para encontrar, en el mundo subatómico, a Janet (Michelle Pfeiffer, en cameo extendido), esposa de Hank y madre de Hope, quien ha permanecido perdida en el universo cuántico desde hace treinta años, días más, días menos. La explicación a todo esto no tiene demasiado sentido y los cinco guionistas acreditados de la película –uno de ellos, el propio Paul Rudd- supongo que lo saben, pues en por lo menos dos ocasiones, interrumpen los pseudo-científicos choros mareadores de los personajes con alguna inocente pregunta (-“¿Siempre tienen que usar la palabra cuántico para todo?”) o, de plano, con una llamada telefónica de la niña de Lang, quien tiene una emergencia: no encuentra sus zapatos.Como se podrá dar cuenta, en esta nueva entrega del Marvel Cinematic Universe no está en juego el destino del planeta entero sino la unión familiar por partida doble: la de Hank y Hope con Janet, y la del propio Lang con su hijita Cassie (Abby Ryder Forston), pues al salir de su casa y volver a las andadas como Ant-Man, nuestro agradable protagonista se arriesga a ser condenado a 20 años de prisión. Además de los ya mencionados choros mareadores científicos-dramáticos-expositivos que lastran la cinta de principio a fin –yo conté media docena de ellos-, Ant-Man and the Wasp tiene otro problema: la inexistencia de un personaje antagónico carismático. De hecho, la cinta tiene dos, pero ninguno de ellos funciona: la primera, es Ava aka Fantasma (Hanna John-Kamen), una resentida jovencita que atraviesa todo tipo de materiales pues se integra/desintegra casi sin control, y un mafioso de pacotilla (Walton Goggins) que solo sirve para hacer funcionar –vía Michael Peña- un divertido running-gag sobre el uso de cierto “suero de la verdad”. Eso sí, como es obligación que suceda, esta nueva entrega de la Casa Marvel tiene que encajar con la interminable saga en desarrollo, así que la inevitable escena post-créditos se conecta directamente con el final de Avengers: Infinity War (Russo, 2018) y su pathos de pacotilla. El mensaje que aparece hacia el final del filme se pregunta, con signo de interrogación incluido, si el Hombre Hormiga y la Avispa volverán. Déjeme decirle que estoy en posibilidad de quitarle esa duda: claro que volverán. Y todos los Avengers también, incluidos los eliminados por Thanos. O, mejor dicho: especialmente los eliminados por Thanos. Qué remedio.

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