Empujado por el ritmo galopante de la fuga de capitales, el gobierno ha dispuesto que los pulpos petroleros y mineros liquiden el 100% de las divisas de sus exportaciones en el país. De ese modo, revocó la escandalosa prerrogativa que había inaugurado el menemismo, y que Duhalde, Lavagna y los Kirchner prorrogaron a lo largo de una década.
La limitación de la medida salta a la vista: procura aumentar la oferta de divisas para abastecer a los especuladores y a las grandes empresas y bancos que las sacan del país. Al mismo tiempo, se mantiene el libre giro de utilidades y dividendos y las transferencias a las casas matrices, otros mecanismos de fuga de divisas.
Durante la campaña electoral, desde el Frente de Izquierda hemos denunciado que el gobierno toleraba la fuga de capitales, que disimulaba como un fenómeno transitorio, y planteamos la inmediata prohibición de la remisión de utilidades y de remesas al exterior y el control de las operaciones de cambio de los conglomerados capitalistas.
Los funcionarios oficiales, en cambio, vendían divisas en el mercado de futuros al tipo de cambio de contado, fomentando con este seguro de cambio gratuito una jugosa bicicleta financiera. La capitulación del gobierno animó a los especuladores a una presión mayor: arrancar una devaluación del peso y embolsar una enorme diferencia a su favor. Ahora que el giro de divisas bordea los doscientos millones de dólares diarios, el gobierno se ve forzado a adoptar una medida intervencionista, pero extremadamente limitada en sus alcances y consecuencias.
La obligación de liquidar las divisas de exportación no impide que los exportadores recompren luego los mismos dólares que antes entregaron al Banco Central. Las corporaciones económicas tienen una enorme liquidez, que hasta ahora invirtieron en fideicomisos, la Bolsa y los títulos públicos y del Banco Central, y que ahora dirigen (inflada por los beneficios especulativos) a la especulación con divisas o a responder a las exigencias de dinero de sus casas matrices afectadas por el derrumbe capitalista mundial.
Para parar la sangría de las finanzas públicas es necesario un control de cambios que parta de la apertura de los libros de empresas y bancos para que las cuentas y operaciones sean supervisadas por los trabajadores.
La montaña de votos del domingo pasado para el oficialismo no han servido para desalentar la especulación contra la moneda nacional, pero han forzado al gobierno a dar un viraje que choca con las mismas corporaciones más favorecidas por el gobierno. Pero no establece un control obrero para asegurar el cumplimiento de la norma, que será fácilmente eludida. El decreto de marras suspende la vigencia de contratos firmados e incluso leyes, lo cual reitera el carácter arbitral y bonapartista del gobierno. El decreto excita la pulseada con la especulación capitalista, que alcanzará niveles de crisis políticas en los próximos días y semanas.
Sólo una decidida intervención popular puede poner coto a la sangría de divisas y frenar la devaluación de la moneda. Planteamos: control de cambios mediante la apertura de los libros de los grandes grupos económicos, bancos y exportadores, con la supervisión de todas las operaciones por parte de los trabajadores.
Jorge Altamira