Revista Coaching

Ante la adversidad, propia o ajena…

Por Mbbp

ANTE LA ADVERSIDAD, PROPIA O AJENA…

Ya hace varios meses que mi amiga Lara me comentó que ahora y hasta el 2012 habría cambios energéticos y, por tanto, profundos de todo tipo, lo que haría salir toda energía negativa de las personas, la sociedad y de la Tierra. Y, al parecer está pasando, solo hay que mirar alrededor nuestro o las noticias del mundo, para corroborarlo! Conflictos personales, sociales… rebeliones, crisis, movimientos sísmicos, crisis económicas y un largo etcétera de cambios y rupturas, que incluso ya no nos sorprenden, los hemos aceptado… en nuestra ignorancia, sin buscarle un único sentido profundo, está claro! Pero hoy, cada uno de nosotros está ocupado en su propia guerra, intentando subsistir y centrado excesivamente en uno mismo y sin recordar que es, en estos momentos difíciles, cuando el amor tiene su máximo sentido y efecto! Diré de paso que es, cuando las cosas van mal, cuando podemos conocer realmente a las personas… cuando todo es correcto y según lo previsto (aún ante una vida imprevisible), todo el mundo es fantástico y el “amor” sale a nuestro paso! Como dice una canción: “cuando das lo que te sobra, no es por amor, sino que das limosna por compasión”.  

Estaremos de acuerdo que para entrar “lo nuevo” a nuestra vida, antes debemos dejar espacio para acojerlo y vaciarnos de todo aquello viejo que, inservible y caduco, hasta ahora ha ocupado apelmazado nuestro corazón y nuestra vida!!! De ese modo y aprendido desde nuestra más tierna infancia, cuando estamos asustados (sí, el omnipresente miedo, de nuevo acechando) ante el sufrimiento, la incertidumbre, etc. tenemos el mal hábito de cerrarnos en nosotros mismos, considerar la vida injusta (¿cómo puede no serlo, si nosotros mismos somos injustos y provocamos la injusticia?) y, en todo caso, atacar o sentirnos atacados por los demás o por la propia vida, por lo que, evidentemente, nos defendemos dando golpes, principalmente, a quien más queremos, más nos ayuda y/o tenemos cerca! Aunque no desearía frivolizar con este ejemplo, es lo mismo que explica la actitud de un maltratador cualquiera con respecto a sus víctimas! “La maté, porque la quería” esconde, además de una posesividad enfermiza, un miedo a perderla y una expresión un tanto peculiar del amor mal entendido, puesto que está basado en el miedo… y ya sabemos que ambos, amor y miedo, son excluyentes, como el aceite y el agua! Lo dicho, cuando algo nos inquieta, nos enfada o nos entristece, el miedo está siempre detrás… y delante el mal hábito de proyectarlo a nuestro alrededor (razones o argumentos, lamentablemente nunca nos faltan), dejando lugar preferente a quienes más queremos! Ni que decir tiene que eso no facilita la convivencia y que el mundo nuestro es como es, precisamente, porque siempre hay alguna razón para tener miedo -e incluso hay quienes las fabrican, para hacerse necesarios y/o lucrarse- y ese mal hábito humano de evitar el sufrimiento creyendo que lo mejor es expandirlo hacia afuera, contaminando al resto de los mortales que nos rodean! El mundo es la suma de todos, ni más ni menos!  

Lo que no llegó a explicarme mi buena amiga Lara, es cómo gestionar una situación como esta, en la que emergen por doquier energías negativas a nuestro alrededor y van a parar todas sobre uno! Ni que decir tiene que eso afecta y sucede tanto a nivel de pareja, como de familia, empresa o sociedad, el efecto se multiplica! Si, además, tienes como yo el hábito de intentar ayudar en lo que puedes a los demás como Coach, el drama está servido, pues debes estar dispuesto a los vaivenes de los demás, a recibir puñados de ingratitud, cuando no, incluso de reproches evidentes o camuflados. Y aunque eso es síntoma evidente de la cercanía y de la confianza de quien tratas de ayudar y eso es necesario para ser util en tu cometido, su efecto colateral es inevitable en esas situaciones como la actual en la que todo “lo malo” emerge!

Seguramente deberíamos aprender a gestionar la adversidad, desde niños… y eso nos ayudaría para el resto de nuestra vida! Pero estamos en una sociedad en la que la adversidad y el fracaso del tipo que sea se esconden, cuando no, se castigan! No es un buen comienzo para aprender a gestionar algo tan frecuente como necesario en el mero aprendizaje en nuestra vida, no? No voy aquí a hacer un curso de cómo gestionar la adversidad (yo soy maestro en ella, la vida me ha obsequiado con un máster), aunque, pensándolo bien, es posible que sí organice un taller presencial sobre esto, por la cuenta que me trae y así disparado a bocajarro, lo pensaré, ya veremos…

De entrada y dicho en breve, deberíamos saber que lo que consideramos “adversidad” es subjetivo, pues cada uno la vive de una manera e incluso me atrevería a decir que escoje cómo la vive o como y hasta dónde le afecta!  Eso hace tan importante saber respetar, comprender y empatizar con el otro, para saber dimensionar cómo y cuánto le afecta algo adverso y cómo podemos ayudarle mejor a gestionarlo! Evidentemente, el otro deberá colaborar, si quiere ser ayudado! Pero ojo con esa afición que tienen muchas personas de escapar de su propia adversidad gracias a ayudar a los demás de alrededor a gestionar la suya. Ni que decir tiene que nadie puede ayudar a alguien más, realmente, si primero no se ayuda a sí mismo! El desequilibrio produce más desequilibrio!

Y, por último y muy importante, ante la adversidad, no hay que reaccionar a la primera de cambio con ese impulso humano, adquirido (por tanto, reprogramable…) y descontrolado, sino dejar pasar ese primer momento sin “reaccionar” y esperar para “responder” con coherencia, siendo fiel a uno mismo y de manera efectiva. Un inciso. “Reaccionar” es hacer algo ante las dificultades, donde ellas mandan sobre nosotros… mientras que “responder” es actuar como uno es y sabe, ante las dificultades, pero manda -o lo intenta, al menos- uno mismo sobre las circunstancias! Ni que decir tiene que reaccionar nos provee en la vida de infinidad de errores y eso nos provoca culpa e incertidumbre (¿ansiedad, estres, mal genio, hiperactividad… te suena algo de todo esto?), mientras que responder nos permite enfocar todo nuestro talento y lo que somos, de forma eficaz, aunque no quiere decir que siempre acabe en éxito, a primera vista! Como todos los hábitos, a eso se aprende! En cualquier caso, como consejo personal mío, también hay que recordar siempre las fases de la persona ante cualquier momento adverso “Negación, ira, negociación, depresión y aceptación” (Elisabeth Kübler-Ross, 1969) y, si es posible, intentar abordar la situación en el momento más adecuado! Identificar y acertar la fase más apropiada para tomar decisiones difíciles o para intentar ayudar al otro es la clave del éxito o no en la gestión de la adversidad!

Otro de los peligros inherentes a la adversidad, es adaptarse a ella, por decirlo de alguna manera, hacer de la adversidad un modo de vida, haciéndola parte de nuestra identidad. Es de sobras conocido el potencial del ser humano para aceptar y adaptarse a la adversidad, que en algunos casos es positivo y necesario pues permite, por ejemplo, aceptar y gesionar situaciones traumáticas, como enfermedades crónicas, situaciones de ruptura drástica de un tipo de vida (discapacitaciones, viudedad, etc.), que de otra manera no sería posible sobrellevar. No obstante, en situaciones cotidianas, adaptarse e interiorizar la adversidad como parte de nuestra identidad, hace que uno centralice toda su vida y sus esfuerzos en corroborar esa situación adversa y ya crónica que ilumina toda su existencia… y lo que es peor, la irradia hacia afuera, hacia los demás. ¿Los conocidos como vampiros emocionales” que intentan absorver el amor y solo logran contagiar su miedo?  Así también se explican movimientos “anti-todo”, la confrontación permanente como única alternativa de vida o ese tono agrio de ver y de vivir la vida, pues están basadas en el temor permanente, tóxico y contagioso. Una vez se hace crónica y se interioriza la adversidad y se fabrica una vida entorno a ésta, el espíritu de superación desaparece y aparece la resignación, que día a día va dejando sin sentido nuestra vida y obligándonos solo a sobrevivir. ¿Te suena de algo todo esto? Cuando concentramos nuestra energía excesivamente en el problema que sea, en vez de centrarnos en su solución, los problemas crecen y se convierten en obsesivos, pues entrañan la resignación ante la adversidad, la falsa complacencia y una actitud vital autodestructiva en torno al miedo… y, por tanto, ajena al amor!

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