Revista Economía
El Real Murcia perdió más que un partido. ¡Qué oportunidad tuvieron sus dirigentes para mostrar que solidaridad es más que una palabra malempleada en demasiadas ocasiones!
Un rato antes de la hora señalada para jugar un partido de liga de 2ª división fallecía una persona ligada al club. Se apellidaba Gálvez; de hondas e históricas reminiscencias murcianas. Era el responsable de que el césped estuviera bien; cuestión básica para que el equipo funcione en casa. Era empleado de la entidad; sensibilidad obligada de todos sus miembros. Tenía amigos; duelo compartido por muchos murcianistas. Y tenía familia; tristeza infinita con escaso consuelo. Un poco de eso que su empresa, su club, sus compañeros y jefes podían haberles proporcionado a quienes lo habían perdido para siempre sin ninguna posibilidad de sustituirlo por nadie.
Pero el partido se jugó estando su cuerpo inerme presente y todavía con algún calor. Seguramente una parte de ése que él le pondría a su trabajo en vida para que sus compañeros de corto funcionaran mejor. Y para que su club y sus superiores pudieran presumir de tener sin tacha el mejor estadio de toda la segunda división. Pero ¡ay!, el partido se jugó; la maquinaria competitiva no le respetó. Y no fueron los rivales, no, porque nos consta que los profesionales del Guadalajara ofrecieron su disponibilidad para suspender el partido. Y si su club hubiese querido - el otrora Real Murcia y ahora una vulgar SAD a tenor de decisiones como ésta-el encuentro se hubiese aplazado y nada extraño hubiera ocurrido.
En días y circunstancias así es cuando se gana el laurel de la solidaridad; y el de la nobleza; y el de la clase; y el del señorío; y, si me apuran, el de la humanidad más piadosa y cercana con el que sufre. ¡Qué lástima de ocasión perdida!; dentro de la desgracia, claro.
¿Qué hubiese pasado si el difunto hubiera sido un futbolista, un técnico o un dirigente? Pues nos lo podemos imaginar. Pero, por lo visto, los demás componentes del club son de segunda, también, cuando no de más abajo. Parece que algunos aún no se han enterado de que la muerte nos iguala a todos. Y el difunto Gálvez, por muy jardinero que fuera - profesión tan respetable como cualquier otra – desde ese punto de vista era lo mismo que otros, aunque no fuera igual en el fondo ni en la forma para los responsables de haber tomado la decisión más digna optando, sin embargo, por la indignidaddel aquí no ha pasado nada. ¡Tremendo ejercicio de frialdad inhumana!
Con el mismo respeto con el que les envío desde aquí a los familiares y amigos del difunto mi más sentido pésame, les deseo a quienes no respetaron su dolor que si alguna vez les ocurriese algo así, que ojalá no suceda, alguien sí tome la decisión correcta; sin duda le engrandecerá y los afligidos más cercanos le estarán inmensamente agradecidos. Así como toda la familia murcianista, a la que me digno en pertenecer por muchas razones y desde bien pequeño.
Y me extraña lo sucedido porque en otras cosas sí han estado al loro los actuales dirigentes y dueños del Real Murcia.Al menos han guardado las formas en diversas ocasiones con quienes hemos pertenecido de alguna manera al club en etapas anteriores. En mi caso ha sido así, no digo yo que en el de todos, porque también me han llegado quejas de otras personas que en su momento jugaron un papel relevante y han sido obviados en determinados momentos y aspectos; antiguos futbolistas y técnicos, por ejemplo, que manifiestan estar dolidos por haber sido ninguneados algunas veces en casos concretos.
En fin, que hace una semana falleció un digno empleado del club, al que no tenía el gusto de conocer, y en mi opinión se merecía algo más que salir por la puerta de atrás minutos antes de jugarse un partido de ese estadio en el que había volcado muchas horas de trabajo y desvelos para que todos: futbolistas, técnicos, dirigentes y aficionados, pudieran disfrutar.
Las personas deberían ser siempre lo primero. Por eso, también desde aquí, le enviamos toda la fuerza y los ánimos del mundo a Tito Vilanova, el magnífico técnico del Barsa. Y le deseamos que vuelva pronto por su bien personal, primero, y por el del fútbol español y en general. Personas de su calidad humana y técnica son las que proporcionan a este deporte su grandeza.