Última sección de los antecedentes de la Revolución francesa: siguiendo con el Tercer Estado, compuesto por la burguesía y las clases populares, esta entrada la dedicamos a las clases populares campesinas.
Las clases populares agrarias constituyen la mayor parte de la población francesa, más de 23 millones de los 27 totales hacia 1789. Francia es un país esencialmente rural, con una economía esencialmente agrícola, y lo seguirá siendo incluso a mediados del XIX, cuando la población rural aún representa el 75% del total. De ahí la importancia de esta grupo social en la Revolución: sin contar con las masas rurales no habría sido posible una movilización social como la que se levantó en los inicios de la Revolución contra los privilegios señoriales, que fueron progresivamente abolidos.No obstante, dentro de este inmenso grupo social, hay que distinguir diferentes sensibilidades vinculadas a diferentes intereses económicos, al margen de lo que comparten todos ellos, que es la esperanza de abolir los privilegios feudales. Hay que distinguir por ello entre los que son propietarios de tierras y los que no, considerando despuñes las diferentes formas de explotación agraria:
- Propietarios rurales. Sólo se conoce de forma aproximada su npeso en la producción agrícola, muy variado según las regiones, entre un 20 y un 70 %. Hay que considerar que las tierras más fértiles ya están en manos de la aristocracia y el clero. El porcentaje de propierarios del Tercer Estado aumenta en suelos más pobres, de montaña o forestales. Por otro lado, el porcentaje de propietarios rurales en relación con el resto de las gentes rurales es ínfimo, pues la gran mayoría carece de tierras y las cultiva en régimen aparcero y parcelario, o simplemente como jornaleros. En cualquier caso, la propiedad en este sector está muy parcelada y poco concentrada, lo que le resta fuerza para competir con las grandes extensiones de la aristocracia, aunque conservan cierta influencia en las comunidades rurales. Se benifician del aza de los precios de los productos agrícolas, como el vino y los cereales, cuyos excedentes pueden comercializar, pero las dificultades de subsistencia para los pequeños propietarios les llevan a emplearse como jornaleros de propietarios más grandes (proletarización).
- Burguesía rural: grupo de propietarios rurales o arrendadores de grandes propietarios (nobleza o clero), que se localizan en zonas de gran producción cerealista, de forma extensiva y menos parcelada. Desplazarán a pequeños propietarios y jornaleros y forman una auténtica burguesía agraria, al introducir el capitalismo en la producción agraria, pero son aún un grupo poco nuemroso.
- Siervos. Aún son numerosos y carecen de derechos. No pueden transmitir herencia a sus hijos, salvo pagando un impuesto (main norte), que fue abolido por Necker en 1779.
- Campesinos libres: jornaleros, braceros, proletariado rural cada vez más numeroso, en parte por el crecimiento demográfico y en parte porque la coyuntura agrícola contribuye a que los campesinos con tierras acaben proletarizándose, ya que no pueden subsistir sólo con su pequeña producción a causa de los crecientes impuestos. Los jornaleros se benefician del alza de los salarios, pero sólo a medias, pues el alza de los precios les resta capacidad adquisitiva.
En cuanto a las formas de explotación agrícola. Era variable según las regiones, pero sobre todo según la proporción de campesinos pobres o más afortunados. En el primer caso, los campesinos pobres se protegían ejerciendo derechos colectivos de origen feudal, así que defendían un régimen de explotación basado en la colectivización de las tierras, con lo que conmpensaban la escasez de recursos como explotadores individuales. Naturalmente, a este tipo de explotación pre-capitalista se oponían los propietarios más afortunados, tanto burgueses como nobles o eclesiásticos, que tendían a acumular grandes superficies de cultivo bajo un solo propietario e introducir los parámetros del incipiente capitalismo en la producción. Pero esto último era minoritario y la explotación agraria era aún básicamente faudal en la Francia de finales del XVIII.El papel del campesinado francés en la Revolución iba a estar marcado por todas estas circunstancias coyunturales:
- Se oponía al régimen de cargas feudales que debía soportar (impuestos reales, señoriales y aclesiásticos), y que llegaron a ser insoportables.
- Se opondrá a los planes de reforma económica que la burguesía deseaba implementar en Francia, al triunfar la Revolución: acumulación de la propiedad agraria en manos privadas individuales, contras las que no podía competir. El campesinado francés se aferraba a la explotación comunal para compensar su pobreza productva individual.
El incremento de las cargas fiscales y el alza de los precios llevó al campesinado a una situación desesperada en 1788-89, cosa que explica su inicial apoyo a las reformas políticas desatadas a partir de la conversión de los Estados Generales en Asamblea Nacional, en julio de 1789. El campesinado deseaba librarse de las cargas fiscales, y compartirlas con las clases privilegiadas, hasta entonces exentas. Pero esas reformas van a la larga a perjudicar a los campesinos pobres, porque la gestión de la propiedad agraria va a ser contraria a sus intereses y va a crear desunión entre los campesinos: algunos sectores reclaman la parcelación de las grandes superficies de cultivo, y otros reclaman su colectivización. Todo eso condicionará su ambigua posición de cara a los posteriores desarrollos revolucionarios, e incluso explica su eventual apoyo a la contrarevolución.A partir de 1789, el campesinado propietario tomará consciencia del peligro latente para sus intereses económicos en el desarrollo revolucionario de la gran masa rural no propietaria, y entonces se movilizará para evitar que esa masa pueda ser representada en las asambleas provinciales. Es una primera manifestación del papel en la revolución de los propietarios agrícolas, sean burgueses o pequeños propietarios. De cara a la Revolución, pues, el campesinado francés sólo estará unido en su oposición a la aristocracia y los privilegios feudales, pero en lo demás surgirán diferencias que condicionarán su papel en el desarrollo del proceso revolucionario. En cuanto se produzca la liquidación del feudalismo por decreto (y eso ocurre tempranamente, en agosto de 17899), el sector minoritario del campesinado propietario se alineará con los partidarios de mantener ese nuevo orden y estabilizar la Revolución en ese punto que la Constitución de 1791 querrá sancionar. Más aún, esa clase de propietarios crecerá cuando el nuevo gobierno ponga a la venta los bienes nacionales, antes confiscados a la Iglesia, y esos nuevos pequeños y medianos propietarios rurales serán afines al ensayo liberal de la Revolución francesa. FUENTES: Soboul, A., La Révolution française. Paris, Gallimard, 1996, págs. 81-88.