Revista Libros
Matías Candeira.
Antes de las jirafas.
Páginas de Espuma. Madrid, 2011.
Homenaje y parodia, afecto y distancia recorren los dieciséis relatos que Matías Candeira (Madrid, 1984) ha reunido en Antes de las jirafas. Es su segundo libro de cuentos –hace algo más de un año publicó La soledad de los ventrílocuos- y lo edita Páginas de Espuma.
Hace un millón de años que aparecieron las jirafas. Y antes de que aparecieran, el mundo era un lugar de monstruos y de bestias, de seres desalojados del paraíso como los que aparecen en estos relatos, que presentan una parada de monstruos de serie B, una mitología personal anclada en Norteamérica, en el Baltimore de Poe o en el Manhattan de Spiderman, en la literatura pulp y en el fanzine, un conjunto de mutantes físicos o mentales, de seres tentaculares, mutantes y asesinos en serie que poblaron la imaginación adolescente de su autor y a los que probablemente esté diciendo adiós, como este Dr. Octopus:
Me llamo Otto Octavius, tengo cincuenta y tres primaveras y mido un metro noventa de estatura (con mis tentáculos de metal, algo más; es verdad que impongo). Eso he dicho. Me llamo Otto Octavius, y mis amigos y mis enemigos me llaman el Dr. Octopus, porque como quien dice, a los ciudadanos de América les gusta mucho clasificar y así llenan la marea negra de sus vidas. Más tarde hablaré de Peter, el retrasado mental que me llamó así por primera vez. Otto antes del accidente de fisión, y Octopus después. Supongo que me llamo de alguna manera, pero no como ellos dicen, no como ellos querrían.
Seres como este narrador de Manhattan Pulp a los que Candeira contempla con una perturbadora mezcla de afecto e ironía, con una mirada ambivalente con la que también se despide de la infancia y la adolescencia. Porque esa ambivalencia, esa mirada contradictoria se dirige a estos perturbados pero afecta también a ese mundo personal.
Y por eso estos relatos, desde el primero –El extraño- hasta el último –Fractura- provocan una turbación constante en el lector, que ve cómo lo extraño invade la realidad a través de una fractura en la normalidad.
Esa penetración de lo extraordinario en lo ordinario, de lo anormal en lo usual, de lo oscuro en lo cotidiano y del margen en el centro es una clave del género fantástico desde Poe hasta Cortázar, desde Kafka hasta Borges o José María Merino. Y es una constante que une estos relatos protagonizados o narrados por seres extraños y marginales que ponen en cuestión nuestra idea de la normalidad.
Otra de las claves secretas de lo fantástico suele ser el humor. No se olvide que para algunos lectores Kafka es un humorista y que según cuentan quienes lo conocieron se reía cuando leía La metamorfosis.
En Antes de las jirafas también el humor desempeña un papel importante, aunque sólo sea para poner distancia con lo narrado y mostrarlo desde otra perspectiva. Es lo que ocurre en uno de los mejores relatos del libro, Jimmy, donde la peripecia de un asesino en serie se afronta desde una desconcertante perspectiva humorística que engancha al lector desde el primer párrafo:
Aquí donde lo ven, inclinado sobre una mesa que acaba de improvisar en el camarote y escribiendo emocionado su primera carta de amor, Jimmy Cole se habrá cargado a estas alturas a treinta o treinta y pico personas, contando por lo bajo.
Es sólo un ejemplo del oficio de este joven narrador, que conoce la importancia que tiene un buen comienzo, pero que más allá de esa pericia muestra en todos estos relatos un buen pulso narrativo y una solvencia considerable para resolverlos o para dejar al lector en una inquietud suspensiva.
Santos Domínguez