
Jesse: Tengo una idea loca, pero si no te pregunto me arrepentiré por el resto de mi vida.
Celine: ¿Cuál?
Jesse: Quiero seguir conversando. No sé cuál es tu situación, pero siento que tenemos una conexión. ¿Sí?
Celine: Sí, yo también.
Jesse: Genial. Ésta es la idea. Bájate conmigo y visitemos la ciudad.

Jesse: Pienso si no habré renunciado a la búsqueda del auténtico amor porque perdí la esperanza el día que no apareciste en Vienna.

Celine: Me siento cercana a ti Jesse: ¿Sí? Celine: Pero a veces, no sé, siento como que tú respiras helio y yo oxígeno.


Otro cambio respecto a las dos entregas anteriores es que Antes del anochecer tiene algunas escenas de diálogo coral, novedad argumental que sirve a director y guionistas para adentrarse un poco más en los distintos tipos de amor, convivencia y respeto en cada una de las distintas etapas de la vida. La escena de la comida es, sin duda, una de las mejores de todo el film. En cuanto al resto de secuencias, pertenecen única y exclusivamente a Hawke y Delpy quienes, por mucho que pasen los años, continúan compartiendo y transmitiendo una increíble conexión íntima e intelectual. Los dos actores aguantan la genial cámara de Linklater con una naturalidad raramente vista en la gran pantalla y vuelven a identificarse con el público que ha pasado ―o está pasando― por lo mismo que ellos. El único problema de Antes del anochecer es que, al ser bastante más larga que sus dos predecesoras, pierde el ritmo en algunos fragmentos, sobre todo en la secuencia del hotel, demasiado larga y reiterativa. Fuera de esto, el todo de Antes del anochecer no defrauda y se convierte en un precioso y romántico ―sí, romántico a pesar de todo― reflejo de qué es el amor y cómo evoluciona y perdura a lo largo del tiempo.
Lo mejor: los diálogos, como siempre, y ellos dos.
Lo peor: ver el paso del tiempo hace daño.
Nota: 8