Revista Psicología

Antes había unos valores... ¿y ahora?

Por César César Martínez Romero @corazonin
Ayer más de una y más de uno nos quedábamos con la boca abierta tras visionar y escuchar un pequeño fragmento de la homilía de un cura en una parroquia andaluza durante la celebración de la primera comunión de un grupo de niños. Para los pocos que no la hayan escuchado, esto es lo que dijo el párroco de Canena: “a lo mejor un hombre se emborrachaba y llegaba a su casa y le pegaba a la mujer, pero no la mataba como hoy. Hoy es que la mata. O él a ella o ella a él. ¿Por qué? Porque antes había unos principios cristianos y antes había unos valores. Y antes se vivía los mandamientos y una persona tenía una formación cristiana, y aunque se emborrachara, sabía que había un quinto mandamiento que decía no matarás”. No voy a meterme con la Iglesia, bastante tiene los buenos católicos con compartir casa con sacerdotes que expresan semejantes opiniones y con el Obispo de Alcalá de Henares, allá ellos si no se manifiestan delante la conferencia episcopal para exigir respuestas contundentes y un cambio de rumbo.

Esta noticia me lleva a preguntarme ¿Cuántas personas quedan en nuestra sociedad con este tipo de ideas? ¿Cuántas de nuestras ideas son el cultivo para que la desigualdad, el machismo y la violencia machista sigan hoy vivos? Pocas horas después de las “declaraciones” del sacerdote la Ministra de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad sentenciaba, según Europa Press, que “Mientras haya una muerte por violencia de género no habremos acabado nuestra lucha”. No se si son unas declaraciones fuera de contexto o si yo estoy buscando tres pies al gato, pero ¿nuestra lucha es solamente contra las muertes por violencia de genero o contra cualquier tipo de violencia y contra la desigualdad (que es una forma más de violencia)? ¿Nuestra lucha acabará cuando no haya más muertes? La desigualdad y todos los estereotipos machistas que le acompañan son la principal causa de la violencia de género y por supuesto este tipo de violencia es mucho más que el asesinato o las agresiones físicas.
Leo un artículo de El País de hace un año que dice que “tras años de avances en igualdad, los expertos alertan de que falla la educación y de que sigue dominando una visión romántica del amor en la que las chicas lo aguantan todo, seducidas por una figura dominante y protectora”. Y yo me pregunto, ¿hemos avanzado tanto en igualdad? Y me respondo que sí, que desde los tiempos donde los hombres se emborrachaban y pegaban a sus mujeres pero no las mataban hemos avanzado mucho. Pero aun quedan muchos valores ocultos, muchas ideas que parecen superadas y que no lo están y que afloran cuando alguien quiere defender públicamente mensajes políticamente correctos pero que chocan con  esas creencias escondidas.
Y me río cuando un amigo me dice que para qué eran necesarios los centros de la mujer que hemos cerrado, me sorprendo cuando alguien defiende que la desigualdad ya no existe o qué solo se da en círculos marginales, que la violencia hacia la mujer son casos aislados, me enfado cuando oigo que ahora son las mujeres las que tienen el poder y los hombres somos pobres victimas en sus manos (y eso no implica que siempre los hombres sean los malos y las mujeres las buenas). Y lo hago porque veo  muchas relaciones que están basadas en la dependencia, en hombres fuertes que protegen a mujeres débiles, en falsas ideas de un falso amor romántico que no es verdadero amor, que no está basado en la libertad, sino en la posesión del otro. Y lo hago porque una cosa es lo que se dice públicamente (o se intenta decir) y otra es lo que se piensa.

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