Revista Cine

Antes que el diablo lo sepa

Publicado el 12 noviembre 2010 por Alfonso

Cómo es posible que la nación de naciones que se agrupaba bajo las siglas CCCP, una férrea dictadura comunista -no es una redundancia-, se desintegrase en tantos estados, lo que hace que un estudiante sea incapaz de memorizar todas las capitales europeas sin esfuerzo, y conviertiese en inmensos ricos a un buen grupo de sus ciudadanos, estando como estaba la economía al servicio del pueblo, las riquezas en manos del gobierno totalitario. Cómo, que los dos países donde sus recién nacidos reciben los tratos preferentes de los occidentales con cargos de conciencia, frustraciones familiares o buenas intenciones sin más, es decir, Bhārat Gaṇarājya y Zhōngguó -India y China, para entendernos-, donde sus pequeños reciben donaciones o son dados en adopción en gran número, cómo, siendo ambos tan despreocupados de los suyos han sido capaces de acumular los dólares y euros de medio mundo, que Alabado Obama será miope, según clama la angelita Merkel, pero en cuestiones económicas alguien habrá que le asesore, aunque visto lo visto... Todo ello no resulta sospechoso y difícil de explicar, pues los soviéticos que merodeaban por el Kremlin no dejaban pasar las oportunidades de entablar amistades occidentales y en realidad los indios y chinos que han renacido llamándose Mark, Jean-Paul o Irene eran pobres hijos de pobres mujeres. Lo inexplicable es la falta de vergüenza del orgulloso universitario de Běi jīng que sabe que dentro de quince años será pieza clave en el engranaje del referente económico mundial y lo grita a los cuatro vientos, la impasiblidad del profesor que no le alecciona acerca de la forma más digna de afrontar el futuro si este no se manifiesta en la forma prevista. La admiración que profesamos a los nuevos ricos mientras seguimos tejiendo sus alfombras rojas.
No es tampoco difícil de entender que Jesús Eguiguren, presidente del PSE-EE PSOE, dejándose entrevistar por un tipo incómodo, mordaz, que se pasa de gracioso las más de las veces y se hace llamar El Follonero -sin engaños-, cuando dice que cree -¿un eufemismo de un político ambiguo y con afán de protagonismo?- que en la próxima Navidad se puede recibir un alto el fuego incondicional, con rendición, entrega de armas y sin marcha atrás del grupo terrorista ETA, su vaticinio, en lugar de recibido con la tímida esperanza con que se han de acoger las buenas intenciones de cualesquiera organizaciones criminales -si alguien habla algún día de la violencia en Euskal Herria como un acto reflejo de lo que aconteció en los Six Counties en tiempos del IRA, será británico, francés o sueco, no español-, pero esperanza al fin y al cabo, ya que él goza de buenos contactos y algo habrá de saber, en lugar de esperar con paciencia y cautela, se
acompañe de adjetivos despectivos y reproches. Basta con ver el pésimo estado de su cutis para comprobar que el señor Eguiguren goza del estrés propio de quién descansa poco y mal y se despierta pensando en como acometer el día lleno de complicaciones y malentendidos. Si bien es cierto que goza de pocas simpatías fuera de su círculo más privado, y que él no ha hecho nada por remediarlas, todo lo contrario, no habrían de juzgarse las palabras sin que se cumpliese el plazo, a no ser que no se desee el fin de la lacra terrorista, o al menos no en la legislatura en curso, y que como ocurre tras la caída de cualquier dictador los de a pie puedan ponerse nostálgicos pensando que en contra se vivía mejor.
Cabía la posibilidad, hasta esta misma mañana, que la niebla que un día describió Boris Vian nos envolviese, y que, tras la regresión del fenómeno, ciertamente nos hubiésemos arrancado los ojos, lo que nos haría gozar del amor ciego, pero también vivir sin ver nada más que los recuerdos. También que el disco del sumo hacedor estuviese rayado, y los sonidos que recibimos fuesen las mismas proclamas de hace años, décadas, gobiernos, siglos., de ahí el racismo ya sabido. Ambas tenían su verosimilitud, tan ciegos y sordos, tan ajenos a la realidad (véanse los párrafos anteriores) como parece que nos sentamos en nuestros salones, hasta que he visto al comunitativo Cameron y a mi circunflejo Presidente, corriendo por Seoul. En realidad les he visto fotografiados, que no se me ha perdido nada ni allí ni a su lado. No lo hacían por escapar del G-21 -si el número de banderas integrantes del grupo es veintiuna, no entiendo la insistencia del redondeo a la baja, a no ser un guiño al dólar y el yuan-: huían antes que el diablo sepan que están muertos. Que todos lo estamos. Que los británicos que habían descubierto que entre el nacimiento (birth) y la muerte (death) no había escuela y trabajo, sino estrechez (dearth), estaban jugando con un inútil diccionario. Que si ETA dice que se acabó, no habrá cava aquí, ni champán en el reino del bruñido Sarkozy, ni quien lo celebre.
ANTES QUE EL DIABLO LO SEPA
Cameron, a la izquierda, y Rodríguez Zapatero
practican el footing por Seoul

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