Revista Opinión

Anticoncepción y métodos naturales. Análisis y Reflexiones

Por Beatriz
El Papa Pío XI escribió la carta Encíclica Casti Connubii para combatir a “los modernos enemigos del matrimonio” que consideran innecesaria la prole y lícito el divorcio, siguiendo así las huellas de su predecesor León XIII “cuya encíclica Arcanum sobre el matrimonio cristiano hacemos nuestra por esta nuestra encíclica y la confirmamos, exponiendo algunos puntos con mayor amplitud, por requerirlo así las circunstancias y exigencias de nuestro tiempo, y declaramos que aquella conserva pleno todavía su vigor”.
El vaticanista Sandro Magister tocó este tema en su página web y allí comenta el caso de Véneto , una región al noroeste de Italia, que en tiempos pre-conciliares a inicios del siglo XX, los índices de natalidad disminuyeron a la vuelta de una generación. Pasaron de cinco hijos por mujer en 1921 a 2, 5 hijos en 1951 “gracias al recurso generalizado de las prácticas anticonceptivas, de las cuales la más difundida era el coitus interruptus”.
Antes de empezar a analizar la encíclica Casti Connubii quiero aclarar que admiro a las familias numerosas, yo misma provengo de una familia numerosa, y a pesar de que este tema es complejo he decidido analizarlo como hija de la Iglesia, fiel a sus enseñanzas, pero en esto también hay que diferenciar el magisterio de la Iglesia (en sus propios términos) y las “interpretaciones”, una laxa y la otra rigorista, de la enseñanza tradicional sobre el matrimonio.
Al parecer el Papa Pío XI notó este silencio tanto en el clero como en el laicado a la hora de tratar el tema de la prole en el matrimonio y los errores difundidos de quienes “desconocen por completo la santidad excelsa del matrimonio cristiano, o la niegan descaradamente, o la conculcan, apoyándose en falsos principios de una nueva y perversísima moralidad”.
Para empezar voy a mencionar la causa y origen del matrimonio: el amor entre un hombre y una mujer.
Del Catecismo:
1604 Dios que ha creado al hombre por amor lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,2), que es Amor (cf 1 Jn 4,8.16). Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador (cf Gn 1,31). Y este amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de la creación. "Y los bendijo Dios y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla'" (Gn 1,28).
El Cantar de los Cantares dice que el amor es “fuerte como la muerte” (Cant. 8, 6)
San Pablo pide que los esposos se amen con “amor santo, puro, singular” (Ef. 5, 25; Col. 3, 19)
Castii Connubi y el amor conyugal
El Papa Pío XI también menciona este amor conyugal:
"Esta recíproca formación interior de los esposos, este cuidado asiduo de mutua perfección puede llamarse también, en cierto sentido muy verdadero, como enseña el Catecismo Romano[29], la causa y razón primera del matrimonio
"Avanzan aun más los modernos enemigos del matrimonio, sustituyendo el genuino y constante amor, base de la felicidad conyugal y de la dulce intimidad, por cierta conveniencia ciega de caracteres y conformidad de genios, a la cual llaman simpatía, la cual, al cesar, debilita y hasta del todo destruye el único vínculo que unía las almas. ¿Qué es esto sino edificar una casa sobre la arena?"
Incluso llega a decir que este amor conyugal tiene cierto principado de nobleza en el matrimonio cristiano:
“el amor conyugal, que penetra todos los deberes de la vida de los esposos y tiene cierto principado de nobleza en el matrimonio cristiano
y señala que el matrimonio no es una institución que únicamente tiene por fin procrear y educar convenientemente a los hijos, sino también la de verdadera comunidad unida por un lazo sacramental con un genuino y constante amor, base de la felicidad conyugal y de la dulce intimidad.
“con tal que el matrimonio no se tome estrictamente como una institución que tiene por fin procrear y educar convenientemente los hijos, sino en un sentido más amplio, cual comunidad, práctica y sociedad de toda la vida."
Juan Pablo II menciona lo siguiente en “El Problema de la Etica Sexual Católica. Reflexiones y Postulados":
“El matrimonio, sin embargo, de acuerdo con las enseñanzas reveladas por Dios, no es simplemente una unión sexual de un hombre con una mujer en el que esas personas usan el impulso sexual para realizar los fines del matrimonio, especialmente su fin primario, la procreación; el matrimonio es también una genuina unión de personas, una unión que, de acuerdo con la revelación, lleva la marca de la indisolubilidad. Esta unión surge de una mutua elección y, de acuerdo con la enseñanza católica, la relación interpersonal expresada y realizada en esa elección debe ser un amor verdadero (subrayo especialmente el debe ser).”
Después de haber señalado el amor entre hombre y mujer, causa y origen del matrimonio y el amor conyugal, mencionaremos los fines del matrimonio.
Es enseñanza tradicional de la Iglesia que el fin primario del matrimonio como institución es la prole y la buena educación de los hijos.
Esta enseñanza si la confrontamos con la realidad no podemos dejar de reconocer que es verdadera porque es muy difícil que un matrimonio sin hijos (por un problema de esterilidad) no termine en separación. Conozco varios casos personalmente. Como también conozco casos en los que no han podido tener hijos y han permanecido unidos porque lo han aceptado como voluntad de Dios, sin embargo los esposos nunca dejan de experimentar el vacío que les deja el no haber podido tener hijos.
Aquí hay que distinguir entre el fin del agente (finis agentis) del fin de la cosa (finis operae) del fin de la institución para no caer en el error que el matrimonio es únicamente para procrear y educar bien a los hijos.
Casti Connubii y los anticonceptivos
El Papa señala que los anticonceptivos son “contrarios a la naturaleza” porque “destituye adrede de su naturaleza y virtud” obrando así “contra la naturaleza” y cometen una acción “intrínsecamente deshonesta”.
“Ningún motivo, sin embargo, aun cuando sea gravísimo, puede hacer que lo que va intrínsecamente contra la naturaleza sea honesto y conforme a la misma naturaleza; y estando destinado el acto conyugal, por su misma naturaleza, a la generación de los hijos, los que en el ejercicio del mismo lo destituyen adrede de su naturaleza y virtud, obran contra la naturaleza y cometen una acción torpe e intrínsecamente deshonesta.”
Anteriormente vimos en el artículo de Sandro Magister que la práctica común en la región italiana de Véneto para no tener hijos era el “coitus interruptus”. No es necesario un gran esfuerzo intelectual para darse uno cuenta que interrumpir el acto sexual es contrario a la naturaleza…..
No sé si a estas alturas los católicos aun no se han percatado que la Iglesia siempre defiende el orden de la naturaleza y rechaza todo lo que es contra natura.
La razón básica de la oposición de la Iglesia a cualquier acción pecaminosa es que tal acción es contraria a la naturaleza que Dios nos ha dado.
Entonces, “ningún motivo aun cuando sea gravísimo” puede hacer que lo que va “contra la naturaleza” sea honesto y conforme a la misma naturaleza.
Ningún motivo “aun cuando sea gravísimo” justifica el uso de métodos anticonceptivos como el coitus interruptus, la píldora, la T de cobre, el preservativo, etc.
Todos los anticonceptivos son contrarios a la naturaleza. Mientras la mujer toma la píldora, no ovula, y tiene que dejar de tomarla para que el óvulo caiga y se produzca la menstruación si es que no ha habido concepción, además actúa como un abortifaciente prematuro. Con la T de cobre tienes un dispositivo extraño introducido en tu cuerpo y que además es abortivo al prevenir la implantación en el útero del embrión de una semana de concebido. Y el preservativo, otro objeto extraño, obviamente tampoco es natural, es contrario al recto orden de la naturaleza establecido por Dios.  Todos los anticonceptivos hacen violencia a la naturaleza y a su fin.
Juan Pablo II lo explica de esta manera:
“Si un hombre y una mujer tienen relaciones sexuales en el marco de la institución del matrimonio y excluyen artificialmente la posibilidad de procrear, están tratándose uno al otro meramente como objetos de uso sexual y no como co-creadores de un acto que tiene el valor objetivo total de un acto de amor. Esta dificultad surge especialmente cuando la pareja está unida por un fuerte sentimiento de amor o por una fuerte pasión sensual. Esto último, en particular, tiende a oscurecer la correcta visión de la diferencia entre relaciones conyugales legítimas y las que están privadas de su naturalidad por el uso de medios artificiales. Naturalidad es, en este caso, una expresión de armonía no solamente con la naturaleza, sino también con la persona. La falta de armonía con la naturaleza se convierte en la base y en la fuente de tratar a una persona como un objeto de uso. En la actividad sexual, en el acto conyugal, una persona no es un objeto de uso en la medida en que ese acto está en armonía con la naturaleza y, por ello, básicamente subordinado a su finalidad.” (El Problema de la Ética Sexual Católica)
¿Qué se dice de la continencia?
“Viniendo ahora a tratar, Venerables Hermanos, de cada uno de los aspectos que se oponen a los bienes del matrimonio, hemos de hablar, en primer lugar, de la prole, la cual muchos se atreven a llamar pesada carga del matrimonio, por lo que los cónyuges han de evitarla con toda diligencia, y ello, no ciertamente por medio de una honesta continencia (permitida también en el matrimonio, supuesto el consentimiento de ambos esposos), sino viciando el acto conyugal.”
Luego, la continencia es honesta y los anticonceptivos vician el acto conyugal.
No obstante, la Iglesia comprende cuando se trata de proteger la vida de la madre:
“ la Iglesia, Madre piadosa, entiende muy bien y se da cuenta perfecta de cuanto suele aducirse sobre la salud y peligro de la vida de la madre.”
Por otro lado, también señala que si uno de los cónyuges “soporta” por una causa grave este tipo de métodos anticonceptivos -que rechaza-, carece de culpa, siempre que tenga en cuenta la ley de la caridad y no se descuide en disuadir y apartar del error al otro cónyuge:
“Sabe muy bien la santa Iglesia que no raras veces uno de los cónyuges, más que cometer el pecado, lo soporta, al permitir, por una causa muy grave, el trastorno del recto orden que aquél rechaza, y que carece, por lo tanto, de culpa, siempre que tenga en cuenta la ley de la caridad y no se descuide en disuadir y apartar del pecado al otro cónyuge.”
En un matrimonio las decisiones se toman entre dos. A veces sucede que uno de los esposos es católico practicante y rechaza esos métodos anticonceptivos y el otro es católico nominal y los acepta y usa como inofensivos. Esto me recuerda a Santa Rita de Cascia, casada con un hombre violento, un asesino que a la edad de doce años su propio padre enseñó y obligó a matar y a partir de ahí empezó a asesinar personas sin sentir remordimiento; al enterarse Rita lo primero que pensó fue separarse del esposo, pero sus padres le aconsejaron que siguiera a su lado y explicara con amor y paciencia los principios cristianos, hasta que un día se convirtió.
Casti Connubii y los métodos naturales
El Papa Pío XI también señala que no se puede decir que obran “contra la naturaleza” los esposos que hacen uso de su derecho siguiendo la recta razón natural “aunque por ciertas causas naturales” de tiempo, etc., no se siga de ello “el nacimiento de un nuevo viviente”.
“Ni se puede decir que obren contra el orden de la naturaleza los esposos que hacen uso de su derecho siguiendo la recta razón natural, aunque por ciertas causas naturales, ya de tiempo, ya de otros defectos, no se siga de ello el nacimiento de un nuevo viviente.”
Siempre que quede a salvo la naturaleza intrínseca del acto y por consiguiente su subordinación al fin primario (la prole):
“Hay, pues, tanto en el mismo matrimonio como en el uso del derecho matrimonial, fines secundarios -verbigracia, el auxilio mutuo, el fomento del amor recíproco y la sedación de la concupiscencia-, cuya consecución en manera alguna está vedada a los esposos, siempre que quede a salvo la naturaleza intrínseca del acto y, por ende, su subordinación al fin primario.”
El Billings, por ejemplo, es simplemente un método de observación de los ciclos naturales de la mujer, de la cual se pueden tomar decisiones positivas o abstentivas durante los períodos fértiles. No es anticonceptivo no sólo porque puede ser usado para aumentar las posibilidades de procrear, sino también porque en sí no afecta el objeto del acto conyugal, que permanece siempre abierto a la vida, por lo tanto, “queda a salvo la naturaleza intrínseca del acto y, por ende, su subordinación al fin primario”.
En cambio los métodos anticonceptivos truncan el objeto del acto, y, por ende, reciben una calificación moral como de intrínsecamente perversos, no así la conducta abstentiva durante períodos infértiles, que sólo puede fallar en la intención de los cónyuges (falta de motivos serios), nunca en el objeto del acto moral en sí.
Juan Pablo II señala en "El Problema de la Ética Sexual Católica" aunque pide ulteriores estudios (escrito en 1965 mientras ejercía como Arzobispo de Cracovia):
“Un marido y una mujer que usan el impulso sexual dentro del marco del matrimonio están obligados, para preservar el orden de la naturaleza, justamente a cumplir con la naturaleza del impulso y su finalidad procreativa. Violan con certeza la naturaleza y finalidad del impulso si intentan excluir por medios artificiales la posibilidad de procrear en sus relaciones conyugales. Cuando, por otro lado, se adaptan al modo de operar del impulso y tienen relaciones sexuales en un momento en que la mujer es infértil, aunque excluyen la posibilidad de que haya procreación, lo que en ciertas circunstancias puede estar permitido e incluso obligado, no violan la naturaleza del impulso, sino que simplemente ejercen un control racional sobre sus finalidades (…) El plano de la naturaleza que conecta con la utilización del impulso sexual de acuerdo con su naturaleza y finalidad, ha sido transformado en los seres humanos para ser realizado conscientemente. Esto proporciona la posibilidad de regular la natalidad teniendo en cuenta las posibilidades que ofrece la regularidad de la naturaleza en la operación del impulso sexual. Las personas que lo hacen en determinadas circunstancias, de algún modo se confirman en su papel de sujetos conscientes del orden de la naturaleza. Usando el método de anticoncepción artificial, de algún modo se confirman a sí mismos en un papel que, al contrario, les degrada como personas (…) Quizá debería también estar bien conectado con este punto para prevenir un cierto peligro relacionado con el autonomismo expresado en la creencia de que la gente debe imponer sus leyes a la naturaleza. Debemos, sin embargo, añadir que esta imposición de leyes a la naturaleza no es otra cosa que una transformación de la naturaleza dentro de los límites permitidos por la naturaleza misma; dicho de otro modo, consiste en sacar partido de la potencialidad de la naturaleza misma. Por otro lado, nunca implica hacer violencia a la naturaleza y a su finalidad, pues esto terminaría por volcarse contra el ser humano”
Con los anticonceptivos se hace "violencia a la naturaleza y a su finalidad" y esto termina por "volcarse contra el ser humano" (otro día comentaremos esto).  En cambio los métodos naturales "sacar partido de la potencialidad de la naturaleza misma".
Del Catecismo de la Iglesia Católica:
"2370 La continencia periódica, los métodos de regulación de nacimientos fundados en la autoobservación y el recurso a los períodos infecundos (HV 16) son conformes a los criterios objetivos de la moralidad. Estos métodos respetan el cuerpo de los esposos, fomentan el afecto entre ellos y favorecen la educación de una libertad auténtica. Por el contrario, es intrínsecamente mala ‘toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación’ (HV 14)"
El catecismo habla de continencia periódica (que se repite con frecuencia a intervalos determinados). Muchas parejas sólo tienen una semana de abstinencia, y la mayor parte tienen que guardar continencia de 12 a 14 días y en muchos casos requiere una dosis de heroísmo y es necesaria la gracia para poder vivirlo.
Objeto del acto vs. Intención
Hay que diferenciar muy bien el objeto del acto propiamente dicho de la intención. Se puede dar el caso que por motivos egoístas se utilice el método natural para el "cierre a la vida"; en este caso el método natural no es inmoral, lo es la intención. En el caso de un anticonceptivo el método es inmoral.
La intención puede viciar cualquier acto, aún el más inocente. Y hay que condenar la intención egoísta, pero también hay que tener mucho cuidado en señalar y distinguir la intención del objeto lícito.
Si no hay motivos serios, la calificación moral de la abstinencia sexual total o la abstinencia parcial con el método natural es idéntica: es igual de malo.
Humanae Vitae: ¿Causas graves o serias?
La Humanae Vitae no dice GRAVES sino SERIAS causas, el texto en latín dice lo siguiente:
"Si postea ad condiciones physicas, oeconomicas, psychologicas et sociales respicimus, ii paternitate conscia fungi dicendi sunt, qui aut, prudenti consideratione magnoque animo ducti, statuunt numerosiores suscipere liberos, aut, seriis causis moralibusque praeceptis observatis, animum inducunt ut, vel ad certum vel ad incertum tempus, aliam filium non gignant"
El Catecismo dice "causas justas o justificadas"
2368 Peculiaris huius responsabilitatis ratio ad procreationem regulandam refertur. Coniuges, iustis de causis, 252 possunt suorum filiorum procreationes intervallis separare velle. Ad eos pertinet comprobare eorum optatum ex caeco sui amore (ex « egoismo ») non promanare, sed illud iustae generositati paternitatis responsabilis esse conformem. Praeterea suum agendi modum secundum criteria moralitatis regulabunt obiectiva
2368 Un aspecto particular de esta responsabilidad se refiere a la ‘regulación de la natalidad’. Por razones justificadas, los esposos pueden querer espaciar los nacimientos de sus hijos. En este caso, deben cerciorarse de que su deseo no nace del egoísmo, sino que es conforme a la justa generosidad de una paternidad responsable. Por otra parte, ordenarán su comportamiento según los criterios objetivos de la moralidad:
El carácter moral de la conducta, cuando se trata de conciliar el amor conyugal con la transmisión responsable de la vida, no depende sólo de la sincera intención y la apreciación de los motivos, sino que debe determinarse a partir de criterios objetivos, tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos; criterios que conserven íntegro el sentido de la donación mutua y de la procreación humana en el contexto del amor verdadero; esto es imposible si no se cultiva con sinceridad la virtud de la castidad conyugal (GS 51, 3).
Humanae Vitae: anticonceptivos y métodos naturales
(Tomado de www.corazones.org, excelente sitio aquí si desean más información)
En la Encíclica Humanae Vitae, el Papa comienza señalando la primera forma ilícita de regular la natalidad: El aborto. (n. l4). Luego añade: «Igualmente inaceptable, como ha declarado la autoridad magisterial de la Iglesia frecuentemente, es la esterilización directa, bien sea perpetua o temporal, bien sea del hombre o de la mujer" (HV, 14). . Esta frase condena en conjunto la ligazón de tubos, vasectomías y la pastilla anticonceptiva.
El texto del documento añade: "Igualmente excluida está toda acción que, bien en anticipación del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, intenta, bien como fin o como medio, hacer imposible la procreación" (HV 14). Estas formas antinaturales incluyen la pastilla, los IUD (intra-uterine-devices-dispositivos intrauterinos), espumas, diafragmas, condones, retracción preorgásmica, masturbación mutua o solitaria y prácticas sodomitas.
Métodos de control artificial de la natalidad que son abortifacientes
Hay métodos anticonceptivos que hacen efecto después que la concepción ha ocurrido causando la muerte del bebé ya concebido. Eso es un aborto. El aborto quirúrgico es el más obvio, pero no el único. Los dispositivos intrauterinos actúan primariamente como un abortifaciente al prevenir la implantación en el útero del embrión, ya de una semana de concebido.
La pastilla anticonceptiva efectúa cambios en la superficie protectora interna del útero; estos cambios hacen muy difícil la implantación. No se sabe cuán frecuentemente ocasiona la pastilla estos cambios, pero es innegable que la pastilla actúa como un abortifaciente prematuro, en diversos ciclos, en diferentes mujeres.
Hay Métodos moralmente aceptables
La Humanae Vitae nos dice: «Si hay razones serias para espaciar los hijos, razones derivadas de las condiciones físicas o sicológicas de los esposos, o de, condiciones externas, la Iglesia enseña que es moralmente permitido tomar en cuente los ritmos naturales de la fertilidad humana, y practicar el acto conyugal solamente durante los períodos infértiles, para así regular la concepción, sin infringir los principios morales mencionados antes" (HV, 16).
Vemos así que la misma enseñanza de la Iglesia que condena explícitamente el uso de los métodos artificiales de regulación de la natalidad, aprueba explícitamente el uso de la Planificación Natural de la Familia (cap III), cuando hay razón suficiente para evitar o posponer el embarazo. Con su énfasis en la necesidad de razones serias para usar aún el método natural, la Iglesia rechaza el egoísmo como factor en la planificación de la familia.
Diferencia moral entre los métodos naturales y artificiales
Ya que tanto los métodos naturales como los artificiales tienen el propósito de limitar el tamaño de la familia, algunos se preguntan cual es la diferencia moral.
Un propósito común no hace moralmente iguales a todos los medios que se usen para lograrlo porque el fin no justifica los medios. La Humanae Vitae dice: «No es lícito, aún por la más grave de las razones, hacer el mal para procurar un bien: (HV, 14). Los Diez Mandamientos enseñan que no podemos actuar contra nuestra naturaleza para conseguir un propósito o un placer. La Iglesia afirma que los esfuerzos para controlar la natalidad "deben ser realizados con pleno respeto al orden establecido por Dios" (HV, 16).
Los medios naturales de planificación familiar no separan artificialmente el amor unitivo y la procreación. Los esposos respetan la fecundidad y se abstienen en esos días. Ese respeto fomenta el respeto y amor mutuo entre los esposos. La esposa respeta su fecundidad y el esposo crece en virtud y apreciación hacia su esposa como compañera.
"Al lenguaje natural que expresa la reciproca donación total de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce no solo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal". Esta diferencia antropológica y moral entre la anticoncepción y el recurso a los ritmos periódicos "implica...dos concepciones de la persona y de la sexualidad humana irreconciliables entre si" CIC 2370, citando Familiaris Consorcio 32
El Papa Juan Pablo II reafirmó la doctrina de Humanae vitae insistiendo en la diferencia esencial que existe entre seguir ese camino o el acudir a los medios anticonceptivos (catequesis del 8-VIII-1984): «1. Hemos dicho anteriormente que el principio de la moral conyugal que la Iglesia enseña (Concilio Vaticano II, Pablo VI) es el criterio de la fidelidad al plan divino» (Insegnamenti 7/2, 169-171).
Licitud del recurso a los períodos infecundos
Papa Pablo VI en la Encíclica Humanae Vitae 2:16 (25 VII 68)
16. A estas enseñanzas de la Iglesia sobre la moral conyugal se objeta hoy, como observábamos antes (n.3), que es prerrogativa de la inteligencia humana dominar las energías de la naturaleza irracional y orientarlas hacia un fin en conformidad con el bien del hombre. Algunos se preguntan: actualmente, ¿no es quizá racional recurrir en muchas circunstancias al control artificial de los nacimientos, si con ello se obtienen la armonía y la tranquilidad de la familia y mejores condiciones para la educación de los hijos ya nacidos? A esta pregunta hay que responder con claridad: la Iglesia es la primera en elogiar y en recomendar la intervención de la inteligencia en una obra que tan de cerca asocia la criatura racional a su Creador, pero afirma que esto debe hacerse respetando el orden establecido por Dios.
Por consiguiente, si para espaciar los nacimientos existen serios motivos, derivados de las condiciones físicas o psicológicas de los cónyuges o de circunstancias exteriores, la Iglesia enseña que entonces es lícito tener en cuenta los ritmos naturales inmanentes a las funciones generadoras para usar del matrimonio sólo en los períodos infecundos y así regular la natalidad sin ofender los principios morales que acabamos de recordar".
La Iglesia es coherente consigo misma cuando juzga lícito el recurso a los períodos infecundos, mientras condena siempre como ilícito el uso de medios directamente contrarios a la fecundación, aunque se haga por razones aparentemente honestas y serias. En realidad, entre ambos casos existe una diferencia esencial: en el primero, los cónyuges se sirven legítimamente de una disposición natural; en el segundo, impiden el desarrollo de los procesos naturales. Es verdad que, tanto en uno como en otro caso, los cónyuges están de acuerdo en la voluntad positiva de evitar la prole por razones plausibles, buscando la seguridad de que no se seguirá; pero es igualmente verdad que solamente en el primer caso renuncian conscientemente al uso del matrimonio en los períodos fecundos cuando por justos motivos la procreación no es deseable, y hacen uso después en los períodos agenésicos para manifestarse el afecto y para salvaguardar la mutua fidelidad. Obrando así, ellos dan prueba de amor verdadero e integralmente honesto.
Tamaño de la familia
La Iglesia no tiene ninguna enseñanza específica acerca del tamaño óptimo de la familia. Tampoco enseña, como dicen algunos, que el matrimonio esté obligado a tener todos los hijos que le sea posible. En las decisiones respecto al tamaño de la familia, la pareja "tomará en cuenta cuidadosamente tanto su propio bien como el de sus hijos, los ya nacidos, y aquellos que se prevean en el futuro. Los padres considerarán estos elementos a la luz de las condiciones materiales y espirituales de los tiempos, y de su propio estado de vida. Por último, llevarán a consulta los intereses del grupo familiar, de la sociedad temporal, y de la misma Iglesia" (Gaudium et Spes, 50).
Las parejas deben tomar muchos factores en consideración. Por otro lado, la perspectiva cristiana nos advierte que no se deben tomar decisiones basadas en factores puramente materialistas. La vida es un don para ser compartido y la pareja cristiana debe ser generosa en "servir a la vida" según las circunstancias.
El Papa Juan Pablo II ha dicho que las decisiones acerca del número de niños y de los sacrificios que ellos requieren no se deben tomar con miras solamente a un mayor confort o mantener una existencia tranquila. En reflexión profunda sobre esta materia, ante Dios, con las gracias del Sacramento y guiados por la enseñanza de la Iglesia, los padres se dirán mutuamente que ciertamente es menos grave el negar a sus hijos ciertas comodidades o ventajas materiales que privarlos de la presencia de hermanos o hermanas que puedan ayudarlos a crecer humanamente y a culminar la belleza de la vida en todas las edades y en toda su variedad". (Juan Pablo II, Homilía en la Misa del Mall de Washington, Octubre 7, 1979)
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Interpretación laxa y rigorista
Una cosa es el documento magisterial en sus propios términos y otra es la interpretación de dicho documento. Qué bueno sería que existiera un manual con las adecuadas interpretaciones, como en el caso del Concilio Vaticano II que la letra muchas veces fue suplantada por un llamado “espíritu” del Concilio.
Hay, pues, dos formas de interpretar la enseñanza tradicional del matrimonio: laxa y rigorista, una por defecto y la otra por exceso.
- La laxa que alienta el uso de anticonceptivos
- La rigorista que agrava en exceso los "motivos serios" y tiende a postular que "motivos serios" es igual a "extrema necesidad".
Sobre la primera, Pío XII señala claramente: “si algún confesor o pastor de almas indujera a los fieles, que le han sido confiados, a estos errores [métodos anticonceptivos], o al menos les confirmara en los mismos con su aprobación o doloso silencio, tenga presente que ha de dar estrecha cuenta al Juez supremo por haber faltado a su deber, y aplíquese aquellas palabras de Cristo: "Ellos son ciegos que guían a otros ciegos, y si un ciego guía a otro ciego, ambos caen en la hoya".
Sobre la segunda, hay una forma de heterodoxia que es por exceso, como el rigorismo jansenista.
El matrimonio en la actualidad recibe muchos ataques, ya sea de tipo ideológico, espiritual y material. Es imprescindible recordar que vivimos bajo una “estructura de pecado” que muchas veces parece haberse confabulado para destruir a la familia. Sólo pido para los esposos que quieren vivir y viven cristianamente, eviten ponerles cargas más pesadas de las que ya tienen.  Ha quedado claro que el método natural es moralmente aceptable y que la Iglesia acepta el espaciamiento del nacimiento de los hijos por "razones justificadas" o "causas serias", lo que hay que evitar es conducirse con motivos egoístas.

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