Una manera de reivindicar el mejor reparto de la riqueza mundial, cree alguna gente bien pensante, podría ser ir a las manifestaciones antiglobalización, como la que se celebró en Madrid el domingo pasado para protestar contra la cumbre UE- Latinoamérica.
Pero no, como se verá:
Porque uno entra, e inmediatamente lo envuelven decenas de banderas con la hoz y el martillo y republicanas, y se piensa que no se ha ido allí a cambiar de régimen, que qué tendrá que ver ahora la monarquía con la antiglobalización.
Se busca otra zona de la manifestación, y se cae donde dominan las banderas comunistas, y retratos de Stalin, el gran carnicero georgiano, y de Fidel Castro, que ya es solo terror, corrupción y miseria.
Buscando algo de sensatez se llega a la zona con los retratos de Kim Jong-Il, el tirano de Corea del Norte, y del Camarada Gonzalo, el gran asesino peruano de Sendero Luminoso. Unos tipos de pañuelos palestinos ensalzan a los terroristas de Hamas y a sus masacres rituales.
En otra área están los defensores de la narcoguerrilla colombiana de las FARC, al lado de la rama de las Madres de Mayo dirigida por Hebe de Bonafini, que apoyan a Eta y se han montado un excelente negocio a costa de sus desaparecidos.
Uno reflexiona: si el mundo que deseamos está inspirado por canallas y asesinos, y dirigido por quienes gritan estos eslóganes, es mejor quedar como se está.
Como para darles un ápice de confianza o poder a éstos.