El Currante y los cachorros se han pirado a no se qué parque de agua con unos amigos y yo me he quedado sola. Sólo tengo que hacer un recado en Lincoln Road y el resto del día puedo hacer lo que me plazca.He cogido mi bici y me he ido hacia esa calle de Miami Beach, que ya puestos, os cuento que junto con Collins es la calle más comercial de esta zona. Peatonal, petada de tiendas y de restaurantes con terraza. Que no sé como sobreviven los pobres camareros cada vez que cruzan del restaurante a una mesa, cargados con una bandeja hasta arriba y esquivan una bici, un tío con cuatro perros o un pirao en un monociclo. Como ya he dicho, coches no pasan pero medios de transporte raros de pelotas ¡miles! Al entrar en la calle no me ha quedado otra que bajarme de la bici y llevarla andando. Había demasiada gente y aunque generalmente me hago la guay y voy tocando el timbre como una loca, hoy me ha parecido peligroso. Finalmente he descubierto la causa de tanto gentío: una feria de antigüedades. Interesante. He candado la bici, he hecho mi recadito, y me he puesto a cotillear las mierdas que, con todos mis respetos, venden estos señores. O al menos las que me he parado a ver yo, que puede ser que los muebles de época y la almoneda los lleven otro día. Era como un Todo a 100 gigante y bastante caro por cierto. Aunque esto último es característica general de Miami: todo es caro carísimo. Lo mejor la fruta y las orquídeas. Y el resto, el que iba de “esto perteneció a mis antepasados en Cuba” no se lo creía ni él, y el de las alhajas, yo diría que las que se pone Currita con su traje de princesa son de más calidad… En fin, supongo que esperaba otra cosa…Así que he vuelto a desatar mi bici y he seguido paseando rumbo a casa. Ha hecho una mañana increíble y no hacía calor ni humedad. He parado en Whole Foods a comprar sushi para comer, con la intención de tomármelo en la terracita que tienen en la calle. Después de sentirme un bicho raro entre tanta gente rara,he decidido pirarme a mi morada. Y digo raro porque son raros. Y también digo que me encanta la gente rara, que conste.
Debo explicar que esta tienda es como un herbolario gigante, todo orgánico. Puedes encontrar desde una crema para la cara a una lata de atún, pasando por comida para perros o comida preparada para llevar. El sitio mola, pero la gente que compra allí es rara; o son muy muy flacos o huelen como a porro o a incienso. Tienen una paz diferente, caminan por los pasillos del súper (porque no deja de serlo) como si levitaran. Supongo que será de tanta comida biológica, o de tanto yoga, o de tanto buscar el amor y la paz interior. Estos lo han encontrado fijo. Se les ve de lejos.He pagado un dineral, por una bandejita de sushi y unas galletas para los cachorros (pero pago lo que sea con tal de que se me pegue algo de estos señores raros). Y dicho esto, me he venido a mi hogar y corriendo me he puesto a contároslo. Voy a mirarme un rato a los ojos en el espejo a ver si me noto una mirada más profunda o me veo el aura. Mucho amor para todos.