La fuente principal de conflictos entre las esferas científica y religiosa en el presente reside en ese concepto de un Dios personal (...) La doctrina de un Dios personal capaz de interferir en [los] sucesos naturales nunca podrá ser refutada (...) por la ciencia, pues esa doctrina siempre podrá retirarse a buscar refugio en los dominios a donde el conocimiento científico no ha llegado aún a plantar pie. Pero estoy persuadido de que un comportamiento semejante por parte de los partidarios de la religión no sólo sería indigno, sino también fatal para ellos mismos. Porque una doctrina que no es capaz de sostenerse a sí misma a plena luz, sino tan sólo en la oscuridad, necesariamente acaba perdiendo su influencia sobre la humanidad, y produciendo un daño incalculable al progreso humano. En su lucha en beneficio de la ética, los profesores de religión deberían ser capaces de renunciar a la doctrina de un Dios personal, es decir, deberían dejar de lado esa fuente de miedos y esperanzas que en el pasado llegó a poner tales dosis de poder en manos de los sacerdotes.Albert Einstein.
Ken Wilber, Cuestiones cuánticas: escritos místicos de los físicos más famosos del mundo, Kairós, Barcelona, 1987, pp. 167-169.