Anton Kraft, culturista enano y capaz de levantar cuatro veces su propio peso, se ha echado de novia a esta transexual de casi dos metros de altura. El amor no entiende de esas cosas, y dice un viejo refrán que no hay alturas en la cama, pero la diferencia de color y de tamaño entre ambos es algo más que notable, justificando que sea noticia, publicada concretamente por una revista digital amarillista dentro de la seriedad.
La verdad es que es más probable llegar a ser feliz en el entorno que fue disparada la instantánea, se conoce que las palmeras y la arena blanca son más eficaces para la estabilidad sentimental que los cuerpos garbosos de los operarios colgados de un andamio a las siete de la mañana. Y si además se perciben sustanciosos emolumentos por exclusivas o publicidad, miel sobre hojuelas; la diversidad es también una forma de ganarse la vida y parece que el Sr. Kraft ha encontrado el camino correcto.