Revista Cultura y Ocio
Lo veo de repente y lo reconozco sin vacilar. Parece que fue ayer la última vez que nos miramos a la cara y me di cuenta que éramos como almas gemelas.A veces, no sé lo que piensa. Yo soy bastante autista en esto de las relaciones y no le escucho cuando habla. Sólo me oigo a mi mismo.Le tengo aprecio porque ha estado siempre cerca de mí y cuando me miro en alguna foto, me recuerda a él.Por eso mismo, en algunos momentos, hasta le odio. Siempre le saco defectos. No sé la razón.Conforme pasa el tiempo esta sensación se va acrecentando y procuro rehuirlo cuando intuyo que va a aparecer. Es fácil. Sé su rutina.Pero es imposible desaparecer, no soy mago. En cualquier momento del día coincido con él. Hasta en los servicios me lo suelo cruzar. La mayoría de las veces, agacho la cabeza y ni le miro.Creo que él lo entiende porque hace lo mismo o eso imagino, no le veo. Alguna vez le he pillado mirándome de reojo.Siempre está cerca de mí cuando lo necesito pero el resto del tiempo, va y viene sin palabras.A veces imagino que es como un ángel de la guarda que sabes donde buscarlo y que siempre va a estar ahí. Por eso, en ocasiones, me hago niño y empiezo a jugar como quién persigue a las sombras o juego al escondite y siempre gano.La mayoría de las noches como hoy, porque a las mañanas estoy dormido y no lo suelo ver, mientras me enjuago la boca después de limpiarme los dientes, le miro de frente.Sin despedirme, apago la luz y me voy a la cama.
Texto: Ignacio Álvarez Ilzarbe.