Revista Maternidad

Antoñita la fantástica

Por Lamadretigre

2 La Tercera dominará el mundo.

Mejor dicho, La Tercera podría dominar el mundo si le llegara a apetecer. Pero lo dudo, tengan en cuenta que estamos hablando de un personaje al que le da pereza masticar.

No es que no le guste comer, es que le da una pereza infinita lo de pinchar, llevar el tenedor a la boca y luego encima tener que deglutir. Ella necesitaría un mancebo que le diera los bocaditos masticados.

Contar hasta diez también le parece un esfuerzo ímprobo. Alrededor del cuatro empieza a perder fuelle y suele atajar con un decisivo cuatronuevediez.

Para lo que no escatima esfuerzos es para la mentira creativa. Ella no es de ocultación de la verdad como La Primera, La Tercera es barroca no sólo en sus estilismos de lazos y tules sino también en la elaboración de sus trolas. Toda floritura le parece poca para adornar las enrevesadas historias con las que nos deleita.

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He de reconocer que, lejos de reprenderla por las bolas que nos cuela, las disfruto e incluso las fomento. Y más en estos días prenavideños en los que un poco –o un mucho- de fantasía nunca está de más.

Siguiendo con nuestro apretado calendario de adviento, el sábado pasado celebramos Nikolaus. Esta es una tradición a la que no acabo de cogerle el tino. Primero porque cada año lo hemos celebrado de una forma distinta según donde nos pillara, y segundo porque los colegios y guarderías suelen celebrarlo también lo que complica considerablemente la pantomima.

No les digo ya si encima se les ocurre enviar a un iluminado como el que ha ido al colegio de las mayores este año. Lejos de limitarse al Feliz navidad y próspero año nuevo de rigor, se arrancó con un discurso navideño-político quejándose amargamente de que algunos niños le confundieran con Santa Claus. Iracundo afirmó que él era el auténtico y el otro una mera invención comercial. Todavía no he salido mi asombro.

A lo que íbamos, como el padre tigre estaba disfrutando de otras vacaciones pagadas en alguna capital Europea, decidí que este año Nikolaus vendría por la noche y que las niñas se encontrarían los regalos en la mesa de desayuno. Sin más dispuse todo y me acosté.

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A eso de las seis y media de la mañana La Tercera tuvo el detalle de despertarme para contarme que se había levantado muy pronto y había visto a Nikolaus. “¿En serio?” dije yo muy convencida “ve a contárselo a tus hermanas que les va a encantar.”

Al oír la buena nueva las mayores que son unas pánfilas y se lo tragan todo, salieron escopetadas a buscar dónde podía haber escondido los regalos Nikolaus. Tras buscar por rincones inverosímiles, por fin se dieron de bruces con la mesa y los regalos, lo que no hizo sino confirmar la historia de La Tercera.

A medida que avanzaba el día y el rumor de que La Tercera había visto a Nikolaus se iba propagando como la pólvora entre los niños del barrio, La Tercera se fue creciendo en su papel. Lo que empezó como he visto a Nikolaus por la ventana se transformó en un y le he dicho adiós. Luego no sólo le había dicho adiós sino que también le había dado las gracias por los regalos. Después fue enriqueciendo la historia con detalladas descripciones del atuendo de Nikolaus, el saco que llevaba y la longitud de su barba que iba creciendo a la par que la nariz de trolera mi hija.

Finalmente, al caer la tarde, la sorprendí contando la última y mejorada historia. Diez niños escuchaban boquiabiertos mientras mi hija, con un ligerísimo rubor en las mejillas, les endiñaba sin pudor la enésima versión de su encuentro con el único y verdadero Nikolaus al que ella personalmente había ayudado a poner la mesa explicándole dónde se sentaba cada una para que no se equivocara con las tallas de las zapatillas.

Huelga decir que La Tercera es ya una leyenda urbana cuyo mito nada tiene que envidiar al de Pedro y el célebre lobo. Sé que me va a dar muchos dolores de cabeza. Lo sé, pero no lo puedo evitar, la encuentro simplemente genial.

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