



Testimonios
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Para el historiador Gabriel Salazar, Jaime Ossa era simplemente “elNacho”–acostumbraba a usar su segundo nombre, Ignacio–. Los doscoincidieron a fines de 1971: hacían clases en la Universidad Católica ymilitaban en el MIR en una unidad de profesores universitarios. “A pe-sar que estuvimos poco tiempo juntos, nos unió una amistad profunda.Él, como literato, estaba muy volcado a la poesía y, sobre todo, al teatro,y a mi me interesaban ambas cosas, aunque yo estaba en el campo dela historia, de la teoría, la filosofía y sociología. Trabamos una amistadmuy linda, incluso al margen de la actividad militante, y confiábamosmucho el uno en el otro. El consideraba que yo podía aportar más a larevolución desde el punto de vista teórico, mientras él se ocuparía de laparte artística y literaria de la revolución. ¡ Nos repartíamos las tareas deacuerdo con las especializaciones profesionales!”. Lo recuerda como “untipo muy agradable, honesto, extrovertido y simpático”.Después del golpe perdieron contacto, entre otras cosas porqueGabriel Salazar fue exonerado y cada cual quedó militando en distintossectores. Sin embargo, volvieron a encontrarse en un inolvidable cum-pleaños de Gabriel, el 31 de enero de 1975, cuando se juntaron en sucasa a compartir un pato asado.Había varios miristas que después cayeron detenidos, entre ellosJaime y el mismo dueño de casa. “En rigor, fue un encuentro absoluta-mente antiorgánico, porque todos estábamos en distintas tareas, perofue más fuerte la amistad”.Luego del enfrentamiento en Malloco entre agentes de la DINAy los miembros de la comisión política del MIR, en octubre de ese año–donde murió combatiendo Dagoberto Pérez–, fueron detenidos Ga-briel Salazar, Jaime Ignacio Ossa y otros miristas, con sólo algunos díasde diferencia. “Los ‘dinos’ trataron de hacer hablar a Ignacio lo que no
Era más un literato que un activista
Una luz sobre la sombra – Detenidos desaparecidos y asesinados de la Universidad
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sabía, porque creyeron que tenía mayores responsabilidades. Yo lo vien Villa Grimaldi un momento breve, intercambiamos unas pocas pa-labras, lo habían tenido en la parrilla eléctrica y se veía muy sofocado,respiraba con dificultad. Mucho después supe de su muerte y me causóuna impresión terrible. Luego del golpe habíamos conversado muy lar-gamente. Su novia se había ido a Europa y tenía todo listo para que élpartiera a reunirse con ella. Pero “Nacho” estaba dudoso y me preguntóque haría yo. Le dije: ‘pase lo que pase yo me quedo’. Y él dijo que tam-bién lo haría, por decisión política. Cuando supe de su muerte, recordéeso y me dejó muy complicado. El era mucho más un literato que un ac-tivista, sin embargo sentía un compromiso tan profundo que optó porquedarse a riesgo de su vida. Pienso que es una de las figuras que debeser rescatada”.Para Gabriel Salazar, el compromiso que adquirieron con “Nacho”sigue vigente. Por eso, cada vez que ha publicado trabajos en una líneapolítica y revolucionaria se los ha dedicado.
Gabriel Salazar V
