Los colegios, los grupos de whatsapp, la puerta del patio..
Antropología de patio de colegio...
Diversidad, sociabilización.
Tomando un café con una amiga nos reíamos:
-No ,no voy a poner a parir los grupos de padres de WhatsApp, como madre separada con poco tiempo me vienen bien para enterarme si pasa algo, además ya a nadie le molesta levantarse el día uno con 726 mensajes de grupos, colegio, repaso, atletismo, informática, fútbol, el cumpleaños de Menganito, el regalo de la profesora que se jubila... Además hay muchas familias que comparten 3 o 4 grupos contigo y en todos ponen las mismas cosas. Se silencia y punto, no soy tiquismiquis, pero que manía con organizar cosas!!
Excursiones, barbacoas, cervezas, partidos de paddle, tardes de parque, chiquiparks, por Dios! No tienen vida ajena a sus hijos y el entorno del colegio?
Sus días tienen 28 horas?
Y me ha dado por pensarlo, y sí, sorprendentemente hay familias que se diría que antes de escolarizar a sus vástagos no tenían vida social, si no, no se entiende ese énfasis en forzar relaciones y amistades.
Intimar inmediatamente, sin conocer a la otra familia y convertirse en mellizos por el único motivo de haber tenido la suerte(O la desgracia) de coincidir en una clase de preescolar. Esto incluye cualquier tipo de extraescolar.
Por qué forzar? Las amistades llegan con el tiempo, sin prisas, hay algunas de amor a primera vista, por intereses comunes, feeling, pero también hay que ser consciente de que el primero que te habla en un crucero suele ser el plasta de a bordo...
Hay familias que se diría que antes de escolarizar vivían en un desierto. Sin pasado, sin conocidos, ni amistades.
Y llegan a la clase de sus hijos como los últimos náufragos... Necesitados de humanos.
Como si se hubiese acabado el mundo y la clase fuese el último reducto de vida.
Como si una hecatombe hubiese llegado a la ciudad y 2º A fuese el último rincón con los únicos seres vivos sanos.
Son Homos-familiaris. Deseosos de organizar y conocer al resto de las familias.
Esos que igual organizan una fiesta de disfraces, que una salida en manada al parque, que unas birras a las diez de la mañana...
Lo reconozco, soy antisocial. Necesito mi tiempo y mi espacio, huyo con facilidad de los convencionalismos.
Sí, seguro que la gran mayoría serán familias fabulosas, gente agradable. Y sí, surgen amistades, maravillosas, pero lo hacen con el tiempo, acercándose poco a poco.
Se podría hacer un autentico estudio antropológico, cómo personas tan diferentes entre si, que en otras circunstancias ni se mirarían de pronto se convierten, gracias a un azar educativo, en siameses.
Y luego vienen los roces claro, porque a veces, cuando se fuerza, se da de si.
Y terminan provocándose esas incomodidades. Esos excesos, esos trapicheos de patio de colegio, esos malos rollos de los que nos avisan desde los centros.
Esas envidias, esos círculos de cotilleos, de competitividad, de aburrimiento.
Cuando ese café mientras se espera a que salgan del polideportivo, se convierte en momento para organizar tu fin de semana por la mamá de Perenganito, huye!! Como si no hubiese mañana!
Cuando se tiene el primer hijo, se tiende a sentir el mundo en completa soledad, en una indefensión dada por la nueva maternidad, en la que todo lo conocido se convierte en ajeno, pero se supera, y con el tiempo, nos hacemos conscientes de que seguimos teniendo las mismas amistades, los mismos intereses, el mismo cariño, de quienes antes eran nuestro entorno, sólo que ahora sois uno más.
Esa sensación, algunas familias la llevan hasta la escolarización, y en mitad de su soledad descubren un mundo repleto de familias con niños en la misma edad, y de pronto descubren una fuente inagotable de sociabilidad, y se consideran obligados a crear nuevos lazos inmediatos.
Teniendo en cuenta que compartiréis experiencias educativas un mínimo de entre diez y catorce años mejor ir con tiento...
Porque el tiempo termina poniendo a cada uno en su lugar, y los que eran inseparables el primer curso, son enemigos irreconciliables el quinto.
Y es que por muy buenas intenciones y ganas de convertir a nuestros pequeños en parte de la élite social, cada familia es un mundo.
Y por mucho que nos quite el sueño que nuestros hijos puedan ser diferenciados del grupo si no estamos en el meollo, ellos se relacionarán independientemente de sus progenitores.
Padres que se mimetizan con tal de sentirse pertenecientes.
Padres que fuerzan o prohíben amistades a niños de infantil, que educan en medir a sus compañías en función de su brillo grupal, de su ropa, de su economía, de su aspecto o de su inteligencia, que enseñan desde la más tierna infancia a tener prejuicios y toxifica sus crecimientos.
Germen de acosos futuros. Alimentados desde el hogar, un hogar en el que debía educarse para el entendimiento.
Ser educado, saludar, compartir experiencias, no significa necesariamente construir una relación blindada desde el primer día, porque todo lo forzado tiende a desintegrarse, y el camino del fin puede suponer un dolor emocional innecesario para nuestros hijos.
Tal vez se empiece a notar mi edad, en nuestra época, no había tanta necesidad de formar parte de la clase, los niños tenían dos vidas independientes una de otra, la escuela y el hogar, y no había necesidad de entrecruzarlas, se vivía en la calle, no existía el temor que hay hoy, y conocer (O no) al resto de familias que compartían clase con los hijos no suponía ningún beneficio ni coste social.
Las familias se amalgamaban por otros motivos, trabajo, vecindad, amistad, procedencia...
Los colegios de hoy en día y la vida que llevamos, con trabajos absorbentes, cero conciliación, carreras, extraescolares, nos abocan a necesitar círculos que de otra forma son más costosos de conocer, e integrar a nuestro día a día.
Si lo pensamos es cómodo, porque es un lugar en el que si o sí vamos a coincidir todos los días.
Tan sólo cuidado, nuestros compañeros de trabajo pueden ser maravillosos y considerarlos casi familia, pero difícilmente tras ocho horas codo a codo querremos a diario pasar otras dos de parque, cenar juntos y además hacer excursiones de fin de semana.
Coherencia, como en todo...
Para evitar mochilas con las que poner mas peso sobre los hombros de nuestros hijos...