Revista Opinión

Antropomorfismo político

Publicado el 28 diciembre 2014 por Hugo
Antropomorfismo político
Creer en la buena nueva de Podemos, de EQUO o incluso del heterodoxo Partido da Terra es creer aún en la vieja «voluntad general» de Rousseau, una generalización antropomorfizada y bienintencionada –¡poco importa que el camino al infierno esté empedrado de buenas intenciones!- que beneficia principalmente a las élites seculares de derechas y de izquierdas, las cuales se van alternando y autoproclamando como las auténticas representantes, esta vez sí, del «pueblo», de la «gente», de la «ciudadanía», de la «mayoría social», de la «humanidad» o de «Gaia». Lincoln debió decir la verdad en aquel cementerio de Gettysburg: el gobierno de la abstracción, por la abstracción y para la abstracción. El muerto al hoyo… ¡y el vivo al micrófono!
Cuando se discursa sobre la «emancipación» o la «liberación» desde la pronunciación ronca del poder, se lo hace convirtiendo a la emancipación y la liberación en una excusa para conservar y prolongar el poder (...). No se puede seguir entonces reproduciendo las mismas paradojas políticas de la modernidad que sostienen esta metafísica política, no se puede seguir apostando a proyectos «emancipadores» o de «liberación» sobre el substrato de mitos patriarcales, sobre el fetichismo estatal, sobre la elocuencia de las representaciones.
Raúl Prada, 2014.
El humano medio es algo pretencioso por naturaleza, al menos el occidental, y quienes trabajamos con las ideas todavía más –el acto de escribir tiene algo de presuntuoso, de endiosamiento transitorio, incluso de malestar; todo escritor u orador, hombre o mujer, es un pequeño fanático, un sutil y comedido tirano, y el que lo niega lo es aún más-, pero el político y el politólogo van un paso más allá, me temo. Su democracia o su Tercera República, siempre a través del Estado, ya sea para remodelarlo o para demolerlo, es y será una adaptación -superada, eso sí- de la vieja tiranía, igual que el liberalismo fue la regeneración de un antiguo régimen que pedía a gritos un nuevo sistema socioeconómico al que poder adaptar una creciente avaricia y complejidad social, toda vez que, en palabras de John Michael Greer, “las sociedades en crisis responden de manera fiable haciendo lo que saben hacer. En el caso de las sociedades complejas, lo que saben hacer es añadir nuevas capas de complejidad” a sus ya de por sí complejas estructuras, huyendo hacia delante, de la misma manera que el capitalismo financiero recurre al crecimiento económico ilimitado y a una deuda siempre creciente para continuar huyendo del fantasma de la recesión. Pero a cada «cerdo» le llega su San Martín, por mucho que corra. 

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