Revista Opinión

Aokigahara, el siniestro bosque del suicidio

Publicado el 19 febrero 2020 por Carlosgu82

Aokigahara (青木々原) es un bosque que se encuentra en las faldas del Monte Fuji con una superficie de más de 35 km. de espera y enmarañada vegetación. Su origen es volcánico, formado por de los torrentes de lava de las constantes erupciones del Monte Fuji ocurridas entre los años 800 y 1083, siendo la erupción Jōgan ocurrida en 864 la que más contribuyó a su formación, teniendo una duración de 10 días y abarcando parte de la bahía de Edo y la provincia de Kai, lo cual hace que este plagado de grietas y agujeros invisibles por las platas.
Aokigahara, el siniestro bosque del suicidio
Este extraño e inquietante bosque, desde hace siglos, ha tenido una pésima reputación. Se le ha relacionado con demonios y monstruos y algo real, pero igualmente espantoso: La cruel practica del basute (姥捨て, «abandono de una anciana») el cual consistía en llevar a ancianos, niños, enfermos o inválidos a ese bosque, para que se perdieran entre el laberinto de árboles, muriendo a causo del hambre y la sed. Desde entonces se cree que Aokigahara está poblado por los espíritus muertos en la desesperación, los cuales no encuentran más alivio que llevarse con ellos a los incautos que entren a sus dominios.

Pero en épocas actuales, su fama y atractivo se debe a que es el lugar más popular para aquellos que desean morir por propia mano en Japón: Es la Meca del suicidio.

Docenas de hombre y mujeres de todas las edades se adentran en el «Mar de Arboles» como también se le conoce a esta foresta para acabar con sus vidas cada año. Entre 50 y 100 personas se calcula la cifra de cadáveres que se acumulan en sus verdes entrañas. Cada año, un ejército de voluntarios va a recuperar los cuerpos que pueden encontrar, pero dentro de un rango que no va muy lejos, por lo que se deduce que hay cuerpos perdidos y jamás encontrados en las profundidades del bosque, por lo que las cifras podrían duplicarse.

Aokigahara, el siniestro bosque del suicidio

El lugar se ha convertido en un atractivo turístico, muy a pesar de los japoneses. Miles de turistas van al lugar en espera de encontrar cuerpos de suicidas, pero no lo logran. Solo se les permite ir por ciertos senderos y a nadie se le permite adentrarse, pues es extremadamente fácil perderse en esa maraña verde.

¿Se imaginan estar perdidos en este espectral lugar? ¿Caminar días y días, sin poder guiarse por el sol, pues las copas de los arboles lo ocultan, sin oír ni siquiera ruidos de animales, pues este lugar esta extrañamente desprovisto de animales, excepto pequeños insectos? El viento no sopla, pues la intensa vegetación lo bloquea, creando un silencio pétreo, abrumador, enloquecedor. No te servirían ni celulares, ni brújulas, ni GPS. El lugar está impregnado de un magnetismo volcánico que deja inútiles estos aparatos. Estas condenado a vagar por ese infierno verde, hasta perder la cordura. Si tienes suerte, caes en una de las profundas grietas que ocultan la maleza y mueres del golpe. O tal vez quedes atrapado en la tierra, acompañado de los huesos de los que te precedieron. Su no te ocurre esto, deambularas de un lado a otro, confuso, mientras el silencio te hace oír voces…. ¿Son los arboles los que murmuran?… Padecerás una sed terrible y un hambre que solo será saciada si en tu locura, roes algunos de los cadáveres con los que te topes, los cuales, de vez en cuando aparecen comidos en partes por otros que tuvieron tu misma suerte. Tal vez uses una soga ya utilizada para segar otra vida. Los arboles te siguen murmurando…. ¿Qué esperas para unírteles?

Aokigahara, el siniestro bosque del suicidio

La cultura japonesa le teme a ese bosque. Dentro de la religión sintoísta, que predomina, cuando una persona se suicida, se convierte en un espiritu errante, sin lograr reposo, condenado a repetir la agonia su muerte todos los dias a la misma hora. Segun creen en Japon, los fantasmas evolucionan con el tiempo a seres peligrosos, agresivos, cuya amargura se transforma en odio hacia todo lo vivo y que invariablemente queiren causar dolor y muerte entre los humanos. ¿Se imaginan un lugar poblado por miles y miles de espectros vengativos?

Siendo una religión animista, los nipones creen que los árboles, adema de ser seres orgánicos, tienen cierta conciencia, cierta alma. Los árboles son capaces de absorber los sentimientos, la energía de aquellos seres desesperados que encuentran la muerte junto a ellos. Y, obviamente, esta aura oscura es expelida, bombardeando a sus visitantes con sentimientos negativos. No son pocos los turistas que confiesan sentirse sumamente incomodos, tristes, enfermos, deprimidos e incluso, llegar al llanto sin motivo alguno, al pasear por este lóbrego lugar.

Hay múltiples razones por los que los japoneses escogen este lugar para morir. Una de ellas es que, en la urgencia pro disminuir las alarmantes cifras de suicidas en Japón, su gobierno tuvo la simpática idea de cobrarles a los familiares de los muertos los gastos que podrían generarse a causa de su suicidio; es decir, te cobraban el levantamiento del cadáver, la limpieza y si había algún accidente, también te lo cobraban. Esto para los suicidas, para no dar problemas a sus familias, lo pensaran mejor. Es obvio decir que no funciono y escogieran un lugar donde morir sin molestar a nadie: El Aokigahara.

Aokigahara, el siniestro bosque del suicidio

Otro de los factores es el mediático. En 1960, un cuento escrito por Seicho Matsumoto, llamado Kuroi Jukai («El negro mar de árboles») conto la historia de dos enamorados que, desesperados, buscaron y encontraron la muerte en Aokigahara, un lugar «donde nadie los molestaría». A partir de esta historia, los suicidios en el lugar aumentaron dramáticamente.

Pero lo peor llego con El Completo Manual del Suicidio, Kanzen Jisatsu Manyuaru (完全自殺マニュアル) un libro escrito por Wataru Tsurumi y publicado por primera vez el 4 de julio de 1993 y vendió más de un millón de copias en solo uno días. En el manual, prohibido en Japón, aconseja claramente ir a Aokigahara para suicidarse y es bastante común ver ese libro cerca de los cadáveres de los fallecidos.

Aokigahara, el siniestro bosque del suicidio

En los hoteles de las cercanías se reparten folletos a los huéspedes para prevención del suicidio. Así mismo, avisan cuando ven a alguien con comportamientos extraños. Patrullas rondan la zona en busca de sospechosos pero nada ha frenado en creciente número de muertes que arropan el Negro Mar de Árboles.

A la entrada del bosque se pueden ver filas de autos, motocicletas o bicicletas, empolvados y oxidados, de gente que fue a morir al bosque. Una vez dentro, en lo profundo, te topas con huesos, cráneos, ropa, zapatos, uniformes escolares, mochilas, sogas por doquier; cuerpos putrefactos, esqueletos sostenidos por ramas. Todo esto hace que poner el pie dentro de ese siniestro lugar sea una experiencia sobrecogedora y aterradora.

Aokigahara, el siniestro bosque del suicidio

Solo un hombre tiene el valor no solo de cuidar el lugar, sino habitar dentro de él. Azusa Hayono, geólogo y guardián del bosque. Este hombre, durante décadas, sirve de apoyo a los turistas y transita por lugares seguros, buscando a posibles suicidad y ayudarlos a recapacitar en su decisión, muchas veces fracasa, pues es una idea forjada tiempo atrás. Él ha encontrado más de cien cadáveres durante los años que lo ha habitado y es responsable de las pocas fotos que hay del lugar, pues está prohibido sacarlas.

Aokigahara, el siniestro bosque del suicidio

El Aokigahara es uno de los lugares más espeluznante y misteriosos del mundo…. ¿Te atreverías a pasear por él?


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