Xabier Arzalluz, Juan José Ibarretxe, Eusko Alkartasuna, e IU aseguran que la ley para ilegalizar a Batasuna será contraproducente porque retrasará la pacificación y estimulará la violencia de esa organización y la de Eta, su tutora.
Violencia que temían Inglaterra y Francia si no firmaban el Pacto de Munich de 1938, que estimulaba a Hitler a anexionarse los Sudetes y a absorber Checoslovaquia y Austria.
Y así, Inglaterra y Francia se humillaban en nombre de la apaciguación para retrasar el inevitable choque con aquella alimaña nacionalsocialista, como algunos quieren en España Batasuna y Eta.
Casi un año después, en el verano de 1939, Stalin firmaba con Alemania otro pacto de no agresión, que invitaba a Hitler a invadir Polonia.
Cada concesión apaciguadora envalentonaba más a la fiera, que ampliaba sus invasiones y el área de su terror hasta que Inglaterra dijo basta, y la muerte y la destrucción se apoderaron del continente: el espanto habría sido infinitamente menor si se hubiera parado antes al nazi.
Al final de la guerra, Hitler, mandó a exterminar a todo y a todos, y cuando se suicidó solo dejó atrás ruinas, mutilados y cadáveres: eso logró aquel histriónico bufón, a quien al principio tomaban a broma y despreciaban las gentes serias de Alemania.
La gran lección de aquellos pactos para amansar al depredador fue sintetizada por Churchil, al enunciar que “la apaciguación solo hace más agresivo al agresor”: aplíquese a Batasuna y Eta.
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