Hace casi una década, en otoño de 2009, la presencia de Nick Griffin, líder en esos años del ultraderechista Partido Nacionalista Británico en el programa político de la BBC con mayor audiencia en el Reino Unido, ‘Question Time’, levantó tanta polémica en las islas como esta semana lo ha hecho la entrevista, en el Canal 24 horas de TVE, al dirigente de EH Bildu, Arnaldo Otegi
Tanto Griffin entonces, como Otegi ahora, entendieron desde el primer momento que su comparecencia ante las cámaras iba a ser lo de menos, y que lo verdaderamente importante sería la publicidad que durante días rodearía su presencia en los estudios de la BBC para el primero o, en el caso del que fuera militante de la banda terrorista ETA, en los de TVE.
La invitación a aquel líder ultraderechista británico provocó manifestaciones en contra a las puertas de la BBC, incluso que un parlamentario tachara a la emisora pública de “irresponsable”. El entonces primer ministro, el laborista Gordon Brown, dijo que si durante el programa se le preguntaba a Griffin por el racismo y la xenofobia “oiremos sus puntos de vista”, evidenciando que sería él mismo quien se retrataría ante la audiencia.
Como el pirómano que apaga el fuego con gasolina, Griffin, por si los ánimos no estaban ya suficientemente caldeados, declaró horas antes de su presencia en el mencionado debate que el programa de esa noche sería “un deporte político sangriento”. Algunas de sus ‘perlas cultivadas’ fueron que la existencia del Holocausto era tan solo “propaganda de los aliados y una mentira muy rentable” o calificar de “repugnantes” a los homosexuales.
El en esos días director general de la BBC, Mark Thompson, declaró por su parte que “la censura política no se puede aplicar a la BBC ni a ningún medio de expresión de opinión”, añadiendo que “solo una censura similar a la impuesta en los años ochenta contra el Sinn Fein logrará romper los principios de imparcialidad de la corporación”.
Cabe recordar que durante los gobiernos de Margaret Thatcher, en la televisión pública se podía ver la imagen de los líderes del considerado brazo político del IRA, pero no escuchar sus voces, por lo que se recurría al doblaje aunque estos hablaran en perfecto inglés. Aquella norma duró hasta 1994, en que John Major la derogó.
En 1985, el Consejo de Administración de la BBC acordó aceptar una ‘propuesta’ del Gobierno británico y no emitir un programa dedicado a Irlanda del Norte que contenía una entrevista grabada con el presunto jefe militar del Ejército Republicano Irlandés, Martin McGuinness. En el mismo, se hablaba también con Gregory Campbell, representante del Partido Unionista Democrático, la formación más extremista de los protestantes legales.
Un antiguo director de la cadena pública en la década de los sesenta, Hugh Green, lamentó que la BBC “se dejara intimidar por la señora Thatcher”, quien ni siquiera había visto el programa. Green añadió que el Consejo de Administración hubiera tenido que recriminar al Gobierno “por recurrir a sus poderes de censura, hasta ahora no utilizados en tiempo de paz”.
Desde hace unos años, el Libro de estilo de la BBC ha suprimido la palabra terrorista, asegurando que se hace por su elevada “carga emocional” y en aras de una mayor objetividad. Por ello, aquí sorprende tanto que se refieran a ETA en sus informativos como la organización separatista vasca.
Ese mismo año, en 1985, la editora del diario ‘The Washington Post’, Katharine Graham, escribió una aleccionadora tribuna, que en España se publicó en las páginas de ‘El País’ y que tituló ‘Medios de comunicación y terrorismo’, en la que concluía que “puede que la publicidad sea el oxígeno de los terroristas, pero la información es la savia de la libertad”.
Lo cierto es que la entrevista a Arnaldo Otegi apenas alcanzó en la noche del pasado miércoles un ‘share’ del 1,6% y fue seguida por apenas unos 242.000 espectadores. Y es muy probable que, de no haberse generado la polémica suscitada, con peticiones de apagón, incluso, por parte de dirigentes de diversas formaciones políticas (PP, Cs y Vox) o de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, la misma hubiera tenido mucho menos impacto del registrado. Al tal Griffin, con tanto o mayor escándalo y con afirmaciones no menos cuestionables y virulentas que las de Otegi, lo vieron en 2009, en todo el Reino Unido, unos tres millones de espectadores. Y no consta, para nada, que saliera ‘blanqueado’ de aquel programa.