Luigino Bracci
El 22 de julio, día del apagón más reciente en Venezuela, los caraqueños que queríamos escuchar una emisora de radio para saber qué pasaba teníamos que elegir entre Unión Radio (emisora privada que repetía cada 5 minutos el llamado del diputado opositor Juan Guaidó a ir a protestar en Las Mercedes al día siguiente) o Radio Nacional de Venezuela, que ha hecho un trabajo extraordinario manteniéndose en funcionamiento durante los apagones. Pero ese día, RNV tenía a alguien de la Iglesia Católica a quien respeto y admiro muchísimo, quien normalmente da unos excelentes mensajes de conciliación, pero que ese día estaba siendo entrevistado en torno a las religiones evangélicas y se dedicó durante casi una hora a atacarlas duramente. Y bueno, no me parecía el momento para que, desde un medio del Estado, se atacara a religiones o grupos, dado que hay un gran porcentaje de la población que es evangélica, que estaba -como yo- buscando información sobre el apagón y que, al escuchar esas expresiones, muy seguramente iban a cambiar a la otra alternativa: Unión Radio (hay que aclarar que el programa había comenzado antes del apagón, y que obviamente nadie tenía forma de saber que ésto iba a ocurrir).Yo nací católico, luego mis padres me hicieron convertirme a testigo de Jehová en mi niñez y adolescencia, me salí de allí a los 18 años y hoy soy agnóstico. En mi caso particular, “agnóstico”significa que yo creo que es posible que exista algo superior, pero también creo que la Humanidad no está aún preparada, o no tiene la forma de conocer o comprender a ese “algo superior”.
Hace 5 mil años los humanos discutían qué eran y por qué ocurrían los relámpagos. Tenían muchas ideas y explicaciones, pero ninguna estaba ni cerca de la verdad. No conocían la electricidad ni tenían forma de comprenderla. Creo que lo mismo nos pasa con las religiones hoy.
Cada quien defiende que su religión es la única verdadera, que la interpretación de las escrituras de las otras religiones está equivocada, que Dios sólo los escucha a ellos. Pero la verdad es que, quien hoy es católico, lo es porque sus padres le enseñaron a ser católico; si tú o yo hubiéramos nacido en otra parte del mundo seríamos musulmanes, protestantes, judíos, hindúes, budistas o ateos y también defenderíamos con ahínco nuestras creencias. Es muy pretencioso creer que tú y yo tenemos la religión verdadera, simplemente porque repetimos la que nuestros padres nos enseñaron.
De allí que yo no intervengo en debates religiosos, pues creo que no podemos comprobar sin lugar a dudas quién tiene la razón. La ciencia tampoco provee respuestas en estos momentos, pues cualquier físico teórico tartamudea cuando le preguntas qué había antes del big bang o qué fue lo que provocó todos los acontecimientos que supuestamente dieron inicio a nuestro universo.
En Venezuela hay un predominio de la religión católica, pero también hay muchísimas otras religiones. Por ello es que pienso que el Estado debe mantenerse ajeno del tema religioso: las escuelas y liceos públicos no deberían dar clases de religión (debería enseñarse en la casa de cada quien), los medios del Estado deberían dejar de ser promotores de una religión determinada y los políticos deberían abstenerse de tomar decisiones en base a sus religiones, para evitar bochornos como el de Damares Alves, ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos de Brasil y pastora evangélica, quien recientemente dijo que las niñas pobres que viven en el estado amazónico de Pará sufren violaciones “porque no llevan ropa interior”, y propuso como solución el instalar una fábrica de pantaletas allí para “solucionar” el problema. Semanas atrás, ella misma afirmó que “la mujer debe ser sumisa al hombre” en la familia, que hay que luchar por un Brasil “sin aborto” y que, en una nueva era, los niños deben “vestirse de azul y las niñas de rosa” para acabar con el “adoctrinamiento ideológico”.
Lamentablemente, en los medios públicos de Venezuela aún se emiten opiniones y propaganda religiosa constantemente, incluso de forma institucional. En 2012 y 2013, durante la penosa enfermedad que sufrió el entonces Presidente Hugo Chávez, los medios públicos transmitían horas y horas de oraciones, ceremonias y rezos religiosos todos los días, y ni siquiera el trágico resultado -la muerte del Comandante- nos hizo reflexionar sobre lo inapropiado e inútil de esto, no sólo para las personas que no compartían estas creencias, sino para cualquiera.
Las religiones tienen cosas buenas. Nos enseñan de ética, bondad, compartir y ayudar a los más débiles. Algunas religiones hacen importantes labores sociales y dan grandes aportes a la sociedad, y ayudan a los más desfavorecidos. Pero también han sido usadas por personas inescrupulosas para manipular a la gente, estafarlas, hacerlas apoyar determinadas opciones políticas e incluso ir a guerras y cometer genocidios. Las élites religiosas venezolanas, tanto católicas como de otras religiones, siguen cuadradas con los grandes poderes económicos. Por ello, hay que ser muy cuidadoso y crítico para no dejarse manipular por cualquiera que diga ser religioso.
Las religiones también han causado que Venezuela sea un país muy atrasado en temas como la unión de personas del mismo sexo o la interrupción voluntaria del embarazo. Decimos ser de izquierda, pero esos temas se evaden o ni siquiera se discuten. Peor aún: en emisoras del Estado aún se escucha a personas que califican de “asesinos” y “criminales que no tienen perdón de Dios”, a quienes proponen legalizar la interrupción voluntaria del embarazo, sin siquiera permitir un debate sobre el tema, sus razones, las propuestas que existen y lo que sí se han aprobado en muchas naciones del mundo.
La religión católica, en su momento, también se opuso con vehemencia a avances del Estado que hoy consideramos normales, como por ejemplo la legalización del divorcio o el concubinato,que también fueron consideradas demoníacas en su momento.
Por ello, muchos pensamos que el Estado no debe usarse para reproducir dogmas religiosos, sino para el sano debate entre miembros de la sociedad sobre cómo mejorarla.
Tal vez la única excepción que debería permitirse desde el Estado, deberían ser la difusión y preservación detradiciones culturales basadas en fenómenos religiosos (la Cruz de Mayo, los Diablos Danzantes, las celebraciones en honor a Juan Bautista, las tradiciones navideñas y de Semana Santa, etc.), pero no para apoyar a una religión, sino porque esas tradiciones forman parte de nuestra identidad.
Y aún en esos casos, la opinión religiosa debería estar limitada, pues aún quedan sacerdotes católicos, pastores evangélicos y personas que piensan que tradiciones como esas deberían ser eliminadas. Hay católicos y evangélicos que no admiten el sincretismo (por ejemplo: la fusión de creencias católicas con ritos de los africanos traídos a la fuerza a Venezuela como esclavos, y que mantuvieron vivas parte de sus tradiciones de esa manera). Dicen que son cosas “demoníacas” y no dudarían en eliminar los Diablos Danzantes o las celebraciones de Juan Bautista si tuvieran el poder de decidirlo. No le demos ese poder.
Yo, aún siendo agnóstico y casi ateo, defiendo esas tradiciones siempre que se analicen como parte de nuestra identidad y no como una forma de promoción religiosa. Con gusto ayudo a hacer una Cruz de Mayo, una máscara de los Diablos Danzantes o un Nacimiento, pero no para “darle las gracias al Altísimo Sacramento”, sino para que esa doñita que lleva 60 años haciendo esa manifestación cultural, como lo hicieron cincuenta generaciones antes de ella, pueda seguir haciéndolo.
Comprendo la enorme preocupación que tienen muchos políticos de izquierda con el avance de las sectas evangélicas. Lo ocurrido en países como Brasil, donde sectores religiosos protestantes impulsaron la victoria del derechista Jair Bolsonaro, es para preocuparse. Pero también me preocupan mucho los católicos y la forma como tienen frenados muchos avances necesarios incluso por razones de derechos humanos y salud pública.
“Para liberar América Latina y el Caribe es preciso reelaborar con sentido nuestroamericano los legados de la tradición popular y de la religión“, dice la columna de Luis Britto García de este domingo, titulada “Cultura y liberación de América Latina”. Continúa: “La tradición expresa los poderes creadores del pueblo, pero a veces nos llega tendenciosamente influida por valores y prejuicios de clases y culturas opresoras: librémosla de tales remanentes. La Iglesia católica se aproxima al socialcristianismo europeo, las confesiones protestantes a sus casas matrices estadounidenses. Nuestro cristianismo tuvo curas obreros, mártires combatientes como Camilo Torres, víctimas indefensas como monseñor Romero, o poetas cuya mística reside en la sencillez, como (Ernesto) Cardenal. Lo original de la cristiandad americana es la Teología de la Liberación, unión de la comunidad antes que herramienta ideológica de dominación de oligarquías. Si religión ha de haber, que no sea instrumento de Roma ni de Washington”.
Hagámosle caso, y por favor, seamos más cuidadosos con la penetración de todo tipo de religiones dentro del Estado. Luchemos por un estado laico, neutral en temas religiosos, que no esté a favor ni en contra de ninguna de ellas, ni permita su influencia en temas delicados para la sociedad.
Mis respetos a las personas de todas las religiones que lean este artículo. Por favor, entiendan que mi problema no es con la fe de ninguno de ustedes, sino con la forma como algunas personas las usan para fines muy oscuros.
Estrecho colaborador y antiguo miembro del equipo editor de Aporrea. Bracci es un celoso defensor del Software Libre y de la libertad de expresión.[email protected] @lubrio