Médicos del Mundo y otras oenegés se proponen denunciar ante la ONU al Estado español por practicar “apartheid sanitario” al facilitarle a los inmigrantes indocumentados desde el 1 de septiembre solamente medicina de urgencia, y negarles la sanidad más cara, incluyendo los trasplantes.
En lugar de exigir que pague la ONU esos tratamientos, se quiere convertir la caridad, una virtud voluntaria, en una obligación social y política española.
Cuya sanidad está hoy en situación precaria, en parte, por haberse embarcado en un humanitarismo universalista para el que no disponía de base económica.
Cuando creíamos que éramos multimillonarios cualquier médico bondadoso traía desde países lejanos, y en aviones especiales, a costa de su centro de salud, a enfermos de males terribles para curarlos y exhibirlos por las televisiones demostrando espíritu humanitario.
Mientras, muchos españoles que habían pagado durante toda su vida a la Seguridad Social, estaban en listas de espera que se saltaban no sólo esos invitados, sino también algunos indocumentados que acusaban de racismo a quienes no los atendían primero.
La imagen de la España bondadosa se extendió por el planeta. Era Lourdes, una meta para todo enfermo indocumentado, y también para sus múltiples familiares dolientes.
Hubo migraciones sólo para ingresar en hospitales españoles, y fueron tantas y tan caras, que nadie ha querido dar datos sobre tal desplifarro.
En estos tiempos de penuria sonroja reconocer ahora que empiezan a retirarle a los españoles medicamentos y tratamientos que hace un par de años se facilitaban con prodigalidad a generaciones enteras de extranjeros indocumentados.
Ahora hay inmigrantes que llegan no en pateras, o en aviones de algunos países latinoamericanos o europeos con numerosos enfermos, sino que entran violentamente por Ceuta y Melilla enfrentándose a la policía: quizás en protesta contra el “apartheid sanitario” español.
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SALAS