La victoria, ese dulce tan ansiado y tan pocas veces saboreado esta temporada por el aficionado malaguista es lo que necesita el equipo albiceleste, como agua de Mayo, en lo que son ya los últimos resquicios de la campaña 2010-2011.
Los andaluces han vencido en 8 encuentros de los 30 disputados hasta el momento. Sin embargo, para lograr virtualmente la salvación, están obligados a vencer en 4 de los 8 que restan de competición. Son números que invitan, a priori, al pesimismo más absoluto, ya que de gestarse la permanencia en Primera División, la machada podría tratarse cuanto menos de milagro. Es más, el respetado y avalado Pellegrini sería merecedor, en caso de lograr tal hazaña, de una estatua junto a la que ya merece Don Fernando Sanz.
Bajando de la nube sobre la que, agarrándose a los rescoldos de ilusión que aún lleva dentro, acostumbra a montar cualquier forofo cuyo equipo no hace más que rondar la zona roja de la tabla; hemos de ver que la empresa no es nada fácil para la entidad costasoleña. Pero a pesar de todo, y por mucho que vislumbremos a nuestro club en la categoría de plata, no hay nada que dignifique más al seguidor malaguista que el ansia de animar y la capacidad de convertir cada cicatriz de su corazón blanquiazul en un grito de aliento para los jugadores que defienden sus colores.