Revista Coaching

Aplica límites en familia

Por Vivaconproposito

Aunque a veces no les damos la importancia, los límites son sumamente importantes en la vida de todas las personas.

Desde muy pequeños necesitamos aprenderlos, ya que de esa manera logramos empezar a relacionarnos de una manera más adecuada con la sociedad que nos rodea. También son importantes, porque si no existieran, haríamos muchas cosas que pondrían nuestra vida en peligro; solo los límites nos van pautando acerca de lo que es permitido, sobre lo que puede ser peligroso, sobre la forma correcta de relacionarnos con las otras personas y con nosotros mismos, etc.

Claro está que grupo, sociedad y cultura van estableciendo diferentes límites de acuerdo a sus necesidades e intereses.

En cada ámbito de nuestra vida y conforme vamos creciendo, empezamos a aprender diferentes límites o pautas que nos indican cuál es la mejor forma de vivir nuestra vida en sociedad y en el grupo; sin que esto quiera decir que todos los límites que se nos imponen dentro de los diferentes grupos sean los correctos; pero bueno, es la forma en que nos relacionamos, y esto también nos enseña a discriminar y a decidir.

Por ejemplo, cuando entramos a trabajar a una empresa se nos indica cuáles son nuestros derechos y obligaciones dentro de esta; lo cual al fin y al cabo son las delimitaciones que nos permiten actuar en consecuencia.

Pero, ¿quiénes imponen los límites? Bueno, los mismos grupos van ejerciendo fuerzas que orientan el movimiento del grupo hacia intereses comunes, y esto hace que se establezcan reglas para lograr alcanzar los objetivos que el grupo se va imponiendo. Veamos por ejemplo la familia, que es el grupo e institución más importante de la sociedad.

La familia va estableciendo límites para demarcar su espacio propio frente a otros grupos dentro de la sociedad. Va estableciendo estos para ir formando a los hijos en su relación interna y externa con el grupo. Se le establece a estos qué es permitido y no dentro de esta, para que de esa forma se proyecten y comportan como es esperado por la sociedad de la que forman parte.

Pero, ¿qué pasa actualmente con los límites?

Parece que no queremos límites y nos desbordamos en nuestra actuación y con ello nos afectamos y afectamos a otras personas. Estamos viviendo un siglo de permisividad. Los padres que vivieron exceso de autoridad, no quieren enseñar límites; sienten que con ellos lastiman o agreden a sus hijos.

Hay que hacer una pausa aquí. Quien le enseña a través del miedo la autoridad a sus hijos; perderá la autoridad cuando estos crezcan y les dejen de tener miedo. Quien enseña con límites, va a obtener respeto cuando los hijos crezcan.

No enseñamos a nuestros hijos su valor y damos más importancia a otros aspectos de enseñanza, olvidando que estos son básicos como herramientas para funcionar bien en sociedad. Con los límites les demostramos a nuestros hijos también cuánto nos interesan y cuántas cosas positivas esperamos y deseamos para ellos.

Los límites le permiten al individuo formar una identidad. El individuo conoce donde empieza y termina él y donde empiezan y terminan los otros. Sabe quién es, qué le gusta, y también que no le gusta; qué puede esperar y que no.  Bien entendidos los límites, me permiten un mejor autoconocimiento y un campo de acción donde me puedo mover con libertad.

La alta delincuencia, muestra la carencia de límites y la incapacidad de los individuos para respetar el espacio ajeno; esto produce que la gente se desboque y actúe sin un rumbo, solo dando gusto a lo que quiere sin pensar en los demás ni en sí mismo. En una búsqueda de identidad en donde algo establezca claramente quien soy.

Una de las herramientas para lograr una familia más feliz es construir límites, pero hacer participar todos los miembros de la familia en su elaboración. Es necesario que estos tengan un objetivo, y papá y mamá deben poner la pauta (en la vida siempre hay una autoridad que hay que acatar), pero es importante que los hijos participen y expresen su opinión. De esta manera, será más sencillo trabajar n las consecuencias en caso de su incumplimiento, en tanto todos son conscientes del porqué de su existencia.

Hasta los niños más pequeños  aprenden y tienen la capacidad de colaborar en su elaboración.

Los límites deben ser claros, concisos y deben hacerse respetar siempre. Se puede ser un poco flexible con ellos, ya que de esa manera también enseñamos a nuestros hijos que somos negociadores y cariñosos; pero siempre que lo hagamos con un objetivo claro.

La realidad es una, y los seres humanos desde pequeños debemos aprender que no somos omnipotentes, y que hay ciertas reglas que tenemos que seguir y no podemos cambiarlas ni manipularlas, si queremos ser felices. Quien no puede seguir límites no es feliz, la realidad se le presenta dura, porque en la mayoría de las situaciones no va a lograr encajar. Cuando papá o mamá dicen “no más” acercan al niño a la realidad, y lo alejan en alguna medida de esa idea fantasiosa de que todo lo puede hacer.

“Los límites no encarcelan, si no brindan libertad con autoconocimiento y educación”

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