Las dos primeras semanas de septiembre han sido infernales. Llantos, gritos de "no quiero ir al cole", rabietas, lagrimones... Un auténtico sufrimiento para él y, por supuesto, para mí. Hemos empezado la guarde con mal pie y eso que son sólo unas pocas horas, porque de momento nos hemos arreglado para que no se quede todo el día. Lo peor era que luego la profe me contaba que no se calmaba al rato, sino que seguía llorando durante toda la mañana. Me sentía muy culpable y no sabía ya qué hacer. ¿Nos habíamos precipitado? Llegué a plantearme incluso la posibilidad de sacarle de la guarde. Por suerte, mi marido, más sereno que yo, me recomendó paciencia y nada de acciones precipitadas. Así que capeamos el temporal como buenamente pudimos y un par de semanas después, dejó de llorar en clase y empezó a participar en las actividades y a divertirse. Y eso fue un alivio.
La verdad es que pensaba que la adaptación a la guarde sería más fácil. Me ha tomado completamente desprevenida. Tal vez porque la experiencia con mi hijo mayor fue diferente: nunca lloró ni tuvo berrinches por ir al cole. Está claro que cada niño es diferente. Además, el año pasado el pequeño asistía a un centro de atención temprana (para los recién llegados al blog, os aclaro que mi hijo pequeño fue prematuro y ha tenido un retraso en el desarrollo motor, por lo que ha asistido a sesiones de rehabilitación y estimulación durante dos años hasta que en primavera le dieron el alta). En fin, que el CAT no es igual que una escuela infantil, pero el entorno es muy parecido (no encontraríais mucha diferencia en las aulas con juguetes, cuentos y pinturas) y, aunque sólo eran un par de días a la semana, ya tenía esa mecánica de separarse de mí para ir a clase.
Hemos hecho lo posible por prepararle para esta nueva etapa . Seguimos todos los pasos habituales:
1. Que conociera el centro y a su profesora
2. Involucrarle en los preparativos: comprar las zapatillas para el cole, probarse el uniforme, preparar su mochila...
3. Hablarle sobre el cole en términos positivos
4. Leer algún cuento relacionado con el comienzo de las clases: ya os dejé a principios de mes un listado de lecturas para empezar el cole o la guarde.
Pese a todos los preparativos, no salió como esperábamos. Desde el primer día lloraba de forma desconsolada, con unos inmensos lagrimones. Hemos hecho todo lo posible para que se sintiera mejor: tratarle con cariño, no hacer un drama de la separación, hablar sobre lo que hace en el cole, entrar con él en el aula para que me enseñe sus juguetes favoritos, el dibujo que ha hecho, dónde cuelga su babi...
Por suerte esos días ya han quedado atrás y, aunque sigue llorando cuando le dejo en clase, ya son lágrimas de cocodrilo, de las que aparecen cuando le digo adiós y desaparecen en cuanto se cierra la puerta y comienza la asamblea de aula. Sé por la profe, que nos dedica con amabilidad un par de minutos a cada padre cuando les recogemos, que participa muy contento en todas las actividades. Espero que pronto desaparezcan las pocas lágrimas que le quedan y que disfrute mucho de esta nueva etapa.
Esta ha sido la experiencia de mi pequeño. ¿Qué tal han empezado la guarde vuestros peques?