Tradicionalmente la creación artística en cualquiera de sus variantes y en cualquier ámbito ha necesitado de un apoyo económico que la sustentase. Los antiguos mecenas fueron los iniciadores del proceso en el que tanto artista como promotor dependían de alguna manera uno del otro. Sin las dos partes de la ecuación ésta no se sostenía. Grandísimas obras pictóricas, arquitectónicas y escultóricas deben su existencia a dicho sistema.
En el caso de la publicación de creaciones noveladas y relacionadas con el mundo del libro y de la escritura, con la imprenta y los sistemas de producción en masa, el acercamiento al gran público hizo posible llegar mucho más lejos, y también que los autores comenzasen a depender menos de un único promotor, pues aunque siempre alguien tenía que financiar los gastos de publicación, está claro que el sustento de esas creaciones ya no dependía únicamente del productor financiero, sino del éxito de ventas del producto y de la cantidad de compradores individuales que se hacían con el producto, de forma que cada lector de alguna manera se hacía partícipe en el sistema como promotor de una pequeña parte de la creación.
Específicamente en el mundo del cómic, y en concreto en el comic book americano, han sido las empresas grandes (dueñas de los derechos de publicación de los personajes que publican) las que han iniciado el proceso, alquilando los servicios de los artistas para trabajar en sus publicaciones.
The Fracture of the Universal Boy, de Michael Zulli
Con el tiempo comenzó a crearse poco a poco una corriente de autores que se autopublicaban, arriesgando su dinero sin el apoyo financiero de una empresa que lo respaldase, pero manteniendo la enorme ventaja de controlar todo el proceso creativo.Los tiempos habían cambiado y el mercado se había diversificado. Hoy día no es tan difícil encontrar variedad e incluso éxito de ventas en unos artistas que han creado verdaderas franquicias apostando por sí mismos.A pesar de todo esto, encontrar medios de financiarse para publicar algo de creación propia siempre es complicado, puesto que la novedad, alejada de los cauces habituales siempre es un riesgo económico. El cada vez más extendido y habitual crowdfunding permite a muchos de estos autores con un proyecto personal concebido, desarrollado y listo para ser publicado, encontrar esa fuente de financiación.
Las plataformas que permiten mostrar estos proyectos (hay varias, como Verkami o Kickstarter) están ofreciendo todo lo mejor de los autores que buscan sacar adelante sus interesantes propuestas. Al tiempo que ofrecen y publicitan su proyecto para todo aquel interesado en él, buscan a esos mecenas que apuesten por el proyecto para sacarlo adelante. Con diferentes modalidades y niveles de aportación monetaria (y por tanto para todos los bolsillos y gustos), los mecenas se comprometen a invertir su dinero si a una fecha determinada se ha alcanzado la cantidad necesaria para sufragar el proyecto, de modo que sólo se desembolsa la cantidad pactada si todo resulta favorable para la publicación.
No sólo autores menos conocidos presentan así sus proyectos. Autores tan interesantes y conocidos como Guillem March, Michael Zulli o Marc Silvestri utilizan estas plataformas. Y uno tiene la emoción de implicarse por algo que le supone no sólo un gusto para los sentidos y la mente, sino también una satisfacción personal por haber contribuido a sacar adelante un proyecto que merecía la pena…