El 14 de abril debería ser el día de las apps móviles de salud. Que dos revistas prestigiosas publiquen el mismo día dos artículos sobre este tema es bastante sospechoso, quizás una conjura (o una e-conjura). Pero lógicamente, no vamos a reflexionar sobre el origen de esta coincidencia, y nos vamos a centrar en el turrón (como dirían los chicos de La Factoría Cuidando).
El British Medical Journal (BMJ) ha creado un debate en su sección Head to Head con un título muy directo y claro: "Can healthy people benefit from apps?". El editor de la web iMedicalApps, Iltifat Husain, es el que se encarga de la respuesta afirmativa. Los ejemplos que utiliza se basan en aplicaciones de pérdida de peso y de monitorización de actividad física. Además, señala que no hay evidencia de que el uso de apps sea perjudicial para el paciente (aunque falta investigar mucho), y lanza un mensaje de advertencia ante la falta de control a la hora de lanzar nuevas apps de salud al mercado, sin revisión ni evaluación de ningún tipo.
Uno de los mensajes finales quizás sea demasiado optimista ("If we wait for scientific studies to prove the benefit of apps, we’re going to get left behind—not only by our patients who are already using them but also by the industry dictating which tools people should use.") pero realmente hay que dar algún paso adelante para utilizar de forma adecuada este arsenal de aplicaciones, evaluando para seleccionar las mejores y difundiendo más información entre los profesionales.La respuesta negativa la firma un conocido articulista del BMJ, el médico escocés Des Spence. Su primera frase es toda una declaración de intenciones: demasiadas apps, inofensivas pero inútiles. Su primer miedo es que las apps no evaluadas puedan provocar autodiagnósticos erróneos y ansiedad en los pacientes. Otro riesgo es que progresivamente estamos asumiendo que nuestro cuerpo es una máquina ("Also, society increasingly considers the body as a simple machine: take the advice, take the pills, go for check-ups; and now, presumably, constantly monitor ourselves with these new apps."), sin más. Tanta medición y seguimiento de cada uno de nuestros pasos quizás nos impida vivir la vida.
Ambas reflexiones son muy interesantes y aportan bibliografía, así que lo mejor es que les echéis un vistazo. Pero JAMA también ha sacado un artículo breve sobre el exceso de aplicaciones, con el título "Is there an app to solve app overload?". En primer lugar, aporta esta sencilla gráfica sobre la utilidad principal de un buen número de apps de salud (hay más, seguro).
Además de alertar sobre el exceso de aplicaciones, la inmensa mayoría sin evidencia ni nada que las respalde, se centra en hablar de BlueStar. Esta aplicación va dirigida a personas con diabetes tipo 2, requiere prescripción médica y además tiene el visto bueno de la FDA. La autora cita varias revisiones de apps (tanto en diabetes como en hipertensión) y siempre encuentra los mismos problemas: dudas sobre su efectividad, dudas sobre la corrección de los datos que ofrece, y riesgos acerca de la confidencialidad y protección de los datos.Quizás sea el momento de empezar a difundir y conocer el listado de apps autorizadas por la FDA, los fundamentos de la autorización, etc. El listado está disponible en la web de la FDA y es de acceso libre. En Estados Unidos lo tienen fácil, pero ¿es la solución?