Los milagros son el resultado del amor, cuidado y la fe que se traduce en acción. En otoño del 2017 rondaba en mi cabeza el deseo de tener varias orquídeas. Esta es mi flor favorita. Por el momento esa idea no era factible, no deseaba gastar dinero en comprar orquídeas y menos aproximándose la época de invierno donde el frío exterior es muy fuerte para este tipo de planta. Mientras que en el interior el calor de la calefacción y la falta de luz, no les favorece.
Curiosamente en esos días llevaba en mi bolso una bolsa plástica, pues no sé porque unos días antes una voz interior me dijo: “guarda una bolsa en tu bolso, la vas a necesitar”. A mí en varias ocasiones me ha ocurrido que una voz interior me da instrucciones y yo le hago caso porque al final todo termina teniendo sentido, aunque en su momento no le encuentro mucha lógica.
Un día cualquiera al salir de mi trabajo iba caminando por la calle, en una esquina vi un envase de color negro donde sobresalían varias hojas. Me pareció extraño, y con cierto temor me asomé. Para mi asombro este envase contenía 11 envases pequeños plantados con orquídeas. Parecía que alguien había disfrutado de sus flores y cuando ya no la tenían, las agrupó y las ubicó en ese lugar, destinándolas a lo que les pudiera ocurrir. Sentí que eran orquídeas huérfanas, abandonas, luego de que disfrutaron de su belleza.
Como era de esperar, sin pensarlo mucho, saqué la bolsa plástica de mi bolso y metí el tarro en ella y le llevé conmigo. Al llegar a mi casa las coloqué en el patio. Las limpié, compré la tierra adecuada a ellas y las trasplanté. Como hacía frío en el exterior las coloqué en mi salón donde pudieran recibir luz. Estaban amontonadas dándose apoyo mutuamente y esperando con ansias un poco de luz que le ayudará a sobrevivir.
Las cuidaba cada día a pesar de que en mi casa me decían: “esas plantas no van a florecer, son sólo hojas y no alegran la casa, deberías tirarlas”. No les hacía caso y continuaba cuidándoles, a lo que me contestaban: “tienes más fe en ellas que en ti”. Sonreí y le contesté, sí.
Las reubiqué una y mil veces buscándoles su lugar adecuado, y todas las mañanas las ponías frente al cristal de la ventana para que recibieran la luz. Era un proceso tedioso, pero yo lo hacía con amor y esmero porque tenía mucha fe de que ellas sobrevivirían.
Al llegar la primavera les ubiqué en el patio y seguí con los cuidados necesarios. Hoy en pleno verano una de las orquídeas me ha regalado sus hermosas flores blancas. Es tan grande mi alegría que sentí que había salvado una vida y que ella también era feliz de que yo le hubiese encontrado.
Moraleja: Aprende a escuchar tu voz interior, ella te ayudará a tomar las decisiones acertadas. Si lo que te dice, no hace daño a otros, es lo correcto. Nuestra voz interior no nos indicará que hagamos algo que al final nos dañe o afecte a terceras personas.
Si quieres algo o alguien debes darle amor. Debes demostrárselo y asegurarte de que lo sienta. De nada nos vale decir yo lo quise, cuando ya no está. Valóralo en su momento, porque luego puede ser muy tarde para recuperarlo.
Si quieres algo o a alguien debes cuidarlo, sin importar que otros te digan que no vale la pena. Cuántas veces hemos perdido algo o a alguien que en realidad queríamos sólo porque las personas de nuestro alrededor nos decían “eso no vale la pena” sin pensar que para ti si lo valía.
Si quieres algo o a alguien, ten fe en eso. Es difícil, pero si tú fe es mayor que tu temor, lo lograrás. Para mí la fe, no es sentarme a esperar que las cosas caigan del cielo. La fe es creer que puedo lograrlo y buscar los medios para conseguirlo. La fe, se fortalece con nuestras acciones y los resultados que éstas nos producen.
Con el paso del tiempo de las 11 orquídeas, 3 murieron. Pero, aún así yo seguía cuidando de ellas con amor, porque en mi interior sentía que era mi obligación. ¿Alguna vez has sentido algo igual?